Por Glenda Galán
La tarde fue interrumpida con el ruido del crucero que casi partía. El silbido ronco de la embarcación trataba de recolectar a los turistas para poder zarpar.
La madre paseaba al niñito en su cochecito y luego de unos minutos de caminata, se sentó para descansar y esperar al padre de la criatura, que había anunciado por mensaje de texto que casi llegaba de la oficina.
Al encontrarse, los padres de la criatura se besaron en medio de una multitud de árboles y se sentaron a contemplar la partida del crucero, deseando también decir adiós en un futuro, desde la cubierta de aquel monstruo de metal que se disponía a surcar los mares.
Cuando el barco casi desaparecía de su vista, ambos miraron al cochecito del niño, quien esperaba con ansias navegar en su barquito de cuatro ruedas, mientras sus padres se convertían en inmensas olas.
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