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Por Bernardo Jurado

 

Algunos semiólogos y lingüistas, aseguran que el oficio de escribir es posterior al habla, no obstante otros llegaron a suponer que las escrituras son previas al lenguaje verbal articulado ya que existe un placer por parte del sujeto humano en dejar rastro de sí en diversos soportes (huellas de manos, muescas, rayas, representaciones más o menos figurativas del diario acontecer de sus épocas).
 
 
Este humilde cronista, de cosas un tanto banales, convencido de lo anterior, pongo en blanco y negro tan solo el rastro de huellas de las manos de otros, sus muescas y rayas, de la conducta citadina en una ciudad que no tiene mayores problemas y por ello beneficio sin querer a algunos y otros quedan en entredicho y comienza un paulatino proceso de odios que acentúan aun mas las conductas de los hombres y mujeres públicos de este pequeño y hasta pacífico pueblo que habitamos.
 
 
Recibo llamadas amables que sugieren que afloje un poco la prosa y miren que soy benigno, porque comulgo con la idea de que el humor y la sátira son inteligentes, pero cuando aparte de conductas blandengues, tampoco se tiene buen humor, estamos en presencia de una equivocación que siempre es pechada al articulista (en este caso) y que debemos indefectiblemente pagar con el gusto de habernos divertido parcialmente, porque la misma nunca estará completa sin la dulce venganza del auto-agraviado y digo “auto”, porque la intención de hacerlo está como antípoda a la singular función de acomodar veintiocho letras del abecedario, para hacer sutil un reclamo.
 
 
En las cuevas de Chauvet, Corquer o Lascaux, se han conseguido representaciones gráficas de 31.000, 24.000 y 15.000 anos respectivamente y por ello, sugiero con humildad que sea por la misma vía (por escrito), que los auto-agraviados enumeren con vigor mis múltiples errores, no para regodearme en ellos, sino para corregirlos inmediatamente y así poder vivir junto a ellos sin esa trompita malcriada y de disgusto que me ponen cuando nos conseguimos por estas calles.
 
 
Los que me llamen para sugerirme la tensión que debo restar a mis letras, se conseguirán atrapados en una de las cuevas prenombradas, porque dejaré en lo que les queda de reputación, esa representación gráfica que usaron nuestros antepasados.
 
 
La invención de la escritura se dió en varios lugares del mundo de forma independiente. Las primeras técnicas se remontan al cuarto milenio a. C. Surgió en Egipto, Mesopotamia y China. El sistema creado en Oriente Medio y Egipto se extendió rápidamente a las áreas culturales cercanas y es el origen de la mayoría de las escrituras del mundo.
 
 
En América la escritura también apareció en Mesoamérica, teniendo como uno de sus primeros ejemplos conocidos los jeroglíficos de la escritura maya, de manera que queda comprobado que no la inventé yo y por ello asumo plenamente el riesgo de escribir, porque lo que diga no es infalible, pero se requiere templanza para decir cosas que la palabra hablada no puede, con la altura con la que describimos algunas bajezas.
 
 

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