Selección y notas: Otoniel Guevara
El poeta es la plomada de su tiempo
Ulises Masís
Gracias a la generosidad de Glenda Galán, con quien coincidimos en un nido nervioso de poetas en la ciudad de Manhattan, traigo a la oscura luz de la tinta una breve presentación de poesía salvadoreña. Este trabajo, de por sí delicado, pues a veces se valoran más las omisiones que las inclusiones, se vaciará en tres capítulos, en los cuales trataré de colocar, de tres en tres, a nueve poetas salvadoreños que a mi juicio merecen ser conocidos y estudiados y que, sin saberlo, cumplirán la noble misión de despertar en los lectores la inquietud por ahondar en nuestras letras, tan desconocidas como valiosas.
La primera ocasión convoca a tres poetas singulares en sus estilos y en sus historias. Surgen un par de décadas después de la Generación Comprometida, parteaguas de nuestra historia literaria sobre todo por la inteligente y punzante obra de Roque Dalton. Desarrollan sus poéticas en los convulsos años del amor y paz herbáceo, la guerra civil con las constantes demostraciones de desvarío de aquellos gobiernos militares que hicieran historia a base de dolor y miseria humana.
Seguramente entre ellos no se conozcan, pues representan algunos de los destinos que millones de salvadoreños compartimos en el mundo: exiliados, ocultos, silenciosos, pero con un hervor de palabras que el mundo necesita aunque tampoco se dé cuenta. Así que basta de preludios, lo que vale es lo que venga.
Quezaltepeque, 23 de enero de 2017
Rolando Costa
En los años setenta deslumbró al mundo de la poesía salvadoreña con un libro alucinante: “Helechos”. En él dejó establecida una marca creadora cercana a la ensoñación y al crujir de hojarascas, espirituales y eternas. Después de ese libro se sumó a otra lucha donde la muerte sacudía esqueletos con documentos de identidad reales. El poeta nació en Santa Ana, en 1941. Tiene inédita una novela: “Euquenor”. Se dedica a la difusión de la palabra de Dios.
Crepuscular remanso y sin embargo diáfano
De regreso a casa, a la hora del atardecer en que la brisa interior levanta frases en vuelo de palomas, de golondrinas y de mariposas conque derrubiante aduna poemas que a veces logro asir y asentar entre las manos antes de que desaparezcan por entre los dedos del corazón como en abismo o arena sedienta. De lo que de ellos quede lo traigo a casa como a tórtola o a palpitante torogoz recogidos joya de entre matorrales. Los cuido, y ya repuestos dejo que se vayan. Lo mismo hace alguien conmigo, ya no ignoro quién.
Y ya no vuelvo a casa como ladrón, para no ser visto; ni escapo de casa para que no me acorralen como fugitivo, todo por el solo amor a la poesía.
Sin embargo, no dejo de preguntarme:
-¿Cuándo llegará el tiempo de la poesía?
Pájaros y niños
¿Pudiera alguien olvidarse de los pájaros, si hasta a los cuadernos desde el lápiz de los niños brincan y a su gusto anidan allí? Sería como olvidarse de los niños.
Cuando los ojos del niño se abren en sus pupilas copiosas bandadas de pájaros vuelan y hacen que el silencio sonría.
Esquivos y huraños, los niños terminan por llegar a nuestras manos por muy poca cosa de cariño, nada menos que al borde de las vastedades.
Los pájaros acuden a nosotros a empollar el gozo en todas partes. Sin llamarlos, y aunque tratemos de agrandar la distancia, visitantes lejanos se avecinan, aún con vaho marino en sus plumas y alturas heladas en su pico, sin que sepamos bien en donde habrán estado.
Junto a los niños nos acercamos a ellos con la sonrisa por abrazo, aunque tengan su nido en el arbolito de enfrente de la casa.
Y nadie puede hacer valer su fuerza y poder sobre ellos, pájaro y niño, sin que se nos rompa el corazón.
El fuego
El fuego. Jamás podrá nadie apagarlo porque el fuego es bueno, es noble, y no es el caso de que alguien lo apague cuando quiera o cuando se extingue, sino que, vivamente tranquilo, él se retira con señorío y con señorío reaparece.
El fuego es, no obstante, solitario con su multitud de llamas espectaculares: ¿quién existe que deseara arrojarse en él, zambullirse a risotadas en su profundidad y salir de él tan lleno de vida como el fuego mismo, montado en la caballada que usurpa al viento?
¿A qué pudiera compararse el fuego?
Es muy serio y no se vuelve atrás; lo confirma la ceniza. El fuego ríe, sin embargo, y juega con la sombra. Y no es ningún loco. Despiadado y cruel parece, a veces…
El fuego es amigo del agua. Si no preguntemos a la limpieza de la plata y del oro. Es un amigo que todavía no conocemos bien pero que hará muchas cosas a favor de nosotros. Está lleno de caricias consoladoras. Y tiene una disposición y prontitud como la de nadie. Tiene manos y brazos y su rostro es azul.
Si existe algo indómito para cualquiera de nosotros de manera absoluta entre lo que nos fue dado, es el fuego. Es brioso y es manso.
Y si alguien le resiste, lo doblega. Su persuasión comienza desde antes de que aparezca. Y feliz se inclina a nosotros para hacernos felices.
Es un padre amoroso, pero muy severo, tanto que no admite presunción sino llaneza.
La escoba
La escoba ríe solita. Canta, silba, se pone de mejilla colorada y se detiene y salta y habla para sí cuando no hay otra escoba presente. Y cuando se retira se retira feliz por los espejos que deja para que otro los pula, su gentil pareja, el trapeador, que danza y que al hacerlo está llenando de brillantes el suelo y termina en el río quitándose el carbón que ha recogido, a carcajadas.
Gerardo Rivera
Prolífico, incansable, irreverente, este poeta se ha pasado la vida entre los libros y diversas selvas. Nació en San Juan Opico, en 1949. Desde 1980 vive en Tabasco, donde llegó tras ser amenazado de muerte por su trabajo periodístico en El Salvador. En México ha publicado 45 libros y ha obtenido diversos premios literarios. En Tabasco fundó el Instituto Estatal de Cultura, siendo su primer jefe del Departamento de Literatura y, en 1987-1990, fue jefe de Investigación Científica en la Secretaría de Educación. En Ensayo Literario e historia, ha publicado 38 libros, empleados como material didáctico en la materia de Literatura Tabasqueña, misma que imparte en nivel superior. Su labor como investigador, creador y maestro, es inconmensurable. Su poesía es un chorro de franquezas dichas con una frescura trepidante.
*
¡Vosotras sois las sacerdotizas de la noche,
vuestro Dios es el falo!
Roberto Sánchez Macías
Amo a las hembras de nombres falsos
como las Cleotildes que se hacen llamar Dayans y se protegen
con un halo de fuego y luces mientras provocan mis incendios
Amo a esas hembras huidizas del metate
pero detesto a los prófugos de la parcela
Quisiera conservar sus nombres campesinos en alguna parte
Tal vez para colocarlos en damas de la sociedad
Gusto de las Serapias para que acampen en mi cuerpo después de cada regreso
A las Serafinas para instalar mi tienda de campaña cada vez que estoy de viaje
Las petronilas que apresuran mi sangre
Las Chepas para contarles que Jesús quería que hiciéramos el amor no la guerra
mientras Marx aconsejó que mejor comiéramos
que cuando estoy solo desde el fondo del aire nace un gallo y estoy a punto de nacer y mi madre no aparece
O al final de la noche pedirle a Felipa que sea mi puta de tiempo completo y decirle
a manera de piropo que sus caderas bien merecen otra borrachera.
Cantina Rock and Roll 2010.
Desde entonces se me empozan los zapatos aunque traiga impermeable
Ignoro si en los archivos de Dios existen noches tan heladamente solas
como las de diciembre
Ignoro si por los callejones celestiales deambulan seres arrastrando amores que fueron un fraude a la sociedad, cansados de huir de la justicia terrena
Ignoro si fueron amores de mentira, a los que los hombres no permitieron que se
Instalaran, uno dentro del otro.
Ignoro si en la barriada de Dios se puede ser feliz sin cambiar de identidad
Vivir un amor donde seamos nosotros, donde la iglesia no nos señale con pecados
O que los sacerdotes nos expulsen para evitar malos ejemplos.
Hablo de un amor entre personas que no fueron honradas, pero viven la distancia
del mismo grito
En este diciembre quise platicar con alguien así, pero ese alguien estaba dentro
de otro cuerpo, fuera de mis pájaros urbanos que inventan arrullos en mi techo
Llueve afuera, en el aire y en el alma, como el día en que nací, lluvioso y feo.
Por eso desde entonces se me empozan los zapatos, a veces aunque no llueva.
24 de agosto
Un día, cuando ya no te esperaba, apareciste.
Me lo anunció un pordiosero que recogía trinos y colores más
alegres para donar a un país que había caído en la miseria.
Era una mañana de agosto, como hoy.
En esos días el horizonte bostezaba en los caminos tediosos.
La lluvia, pertinaz, te vio llegar con tu cuerpo invadido de presagios
y traías dentro de ti un mundo sospechoso de tentaciones,
mundo insospechado que se enredaba a tus cabellos andariegos.
Traías trinos dormidos desde no sé dónde, de esos que se enseñan
en las escuelitas de los pobres y, al consultar las notas inconclusas
de la canción que brotaba de tu cuerpo, encontré un imperio de ensueños.
Pero hacía falta en ti la verdad sensual
Esa que sataniza a los humanos en el mercado de la realidad.
*
Das el placer, oh puta redentora del mundo,
y nada me pides a cambio sino unas monedas miserables.
No exiges ser amada, respetada, ni imitas a las esposas
con lloriqueos, las reconvenciones y los celos.
Jaime Sabines
Llegas puntual al placer, reina de ningún trono
esposa sin quincena fija/ novia de todos los feos y olvidados/
y entregas tu tibieza cuando en el soltero hace frío/
Llegas puntual amante del viajero/ del sin patria y sin fe
del que ya no recuerda nada/ del suicida que no quiere morir solo/
del que fue por un tesoro que no existía/ novia del padre/ del hijo y el abuelo/
tu cuerpo es la parcela del que no tiene nada/
en él está la patria de los exiliados
Bar Capitán Morgan, Nov. 2010
Carmen González Huguet
Esta poeta, nacida en San Salvador en 1958, sostiene una enorme trayectoria intelectual, artística y académica. Es licenciada en Letras, escritora, periodista cultural, novelista, editora, catedrática e investigadora. Su obra literaria ha merecido los más prestigiosos premios y reconocimientos de la región. Su poesía, que aborda diversas temáticas, se distingue por su rigor y el manejo magistral de las formas clásicas, y por ser quizás la que en El Salvador ha llegado más lejos en el abordaje del erotismo, que a veces rebasa los linderos del desenfreno.
El revés del espejo
11.
No seas tan cruel.
Ya es bastante crueldad el despertar.
Aun así, amor, déjame soñar.
Déjame creer que entre tus brazos nacen las caricias,
que entre tu pelo se quedan
perdidos los dedos de mis manos,
que tu piel es el territorio
donde abrevo la sed de mi ternura.
Ay, déjame vivir en la creencia
de que no hay más horizonte que tus ojos,
que no hay más luna
que la dulzura de tu boca.
No me importa engañarme.
No me importa mañana despertar
y vivir en el destierro sin tu cuerpo.
Ahora, déjame soñar que habito en el refugio
de tus manos.
Déjame creer
que en ellas recibes el don entero de mi entrega.
Déjame pensar que en ti
de pronto cabe la ternura toda,
todo el amor del mundo,
y que en estas palabras
que pronuncia mi boca
caben todas
las palabras de amor que me he callado.
15.
Invéntame a tu gusto.
Ponme el pelo que quieras,
la ropa que te guste,
los ojos que desees.
En mi boca destila las palabras
que prefieras.
A mis pasos,
dales el vuelo que se adapte al tuyo.
A mis manos,
llénalas de la ternura que para ti buscabas.
Hazme a tu semejanza.
Exacta, a la medida.
Y entonces,
Pídeme que me quede.
Beso negro
En tibio pozo das un beso,
de última entrega el inicial postigo,
donde tu fuste quiere hallar abrigo
para gozar la dicha de ser preso.
Estar dispuesta a su invasión confieso
y a arder hora con hora aquí contigo
en el ansioso e íntimo castigo
que tu lengua me da con fiero exceso.
Busca tu labio en el margen redondo
el dulce abismo húmedo y abierto
donde tu carne clavas hasta el fondo.
Dame tu fuste hasta que quede yerto
en esa brecha en la que, aviesa, escondo
la rada quieta en que hallarás tu puerto.
Juegos furtivos
Quiero escribir, pero me sale espuma
César Vallejo
Préstame un rato, amor, el dulce le-
con el que a diario, fiel, siempre reto-
y sus pendientes joyas tan hermo-
que con placer puntual chup y orde-
No te acomplejes, no, no es tan peque-
no ocultes con prudencia vergonzo-
a mi tacto sus ganas amoro-
ni a mi constante afán frunzas el ce-
Que sea realidad mi fantasí-
protagonista de una eterna juer-
no se cansa, se dobla ni se enfrí-
y a toda hora su fervor se yer-
enarbolada y lista noche y dí
la tortura exquisita de tu ver-
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