He salido de ver la impresionante Sagrada Familia y un impulso extraño me hace caminar por una calle cercana, en esta Barcelona que suena a puertas cerrando para dormir la siesta al medio día. Las calles se superponen por este camino que, intuyo, me llevará a algún otro lugar maravilloso de la bella Cataluña. Al llegar a una fuente que delimita todas las calles que han ido a beber de sus aguas, constato que no me había equivocado. Un impresionante edificio se me presenta y acepto introducirme en él a través de una puerta verde. Se trata de Sant Pau, el conjunto modernista más grande del mundo, un espacio por descubrir para todo el que visite esta hermosa ciudad.
He tenido la suerte de ir a parar en la obra más importante de Lluís Domènech i Montaner, que ha atravesado por uno de los procesos de rehabilitación más destacados de los últimos años, unión de historia y arquitectura de principios del siglo XX; años en los que Barcelona experimentaba su mayor desarrollo urbanístico.
Durante la visita a este impresionante complejo constuído entre 1902 y 1930, se hace un recorrido por la evolución de una de las instituciones sanitarias más antiguas de Europa. También se explica cómo fue diseñado y construido el Recinto Modernista y su actual uso como centro de conocimiento de alcance internacional.
La visita empieza en el espacio expositivo del Pabellón de la Administración. Un vídeo, una mesa interactiva y otros elementos introducen al visitante en la importancia patrimonial y artística del conjunto monumental, la evolución histórica de la institución y su aportación a la medicina. A través de la red de túneles subterráneos que conectan los diferentes edificios se accede a los jardines. Desde ellos se puede disfrutar de la belleza exterior de todas las edificaciones. Cúpulas, cubiertas, fachadas, esculturas y vidrieras son los elementos más destacados. Además de los hermosos naranjos y palmeras de dátiles originales de este espacio, donde las plántas medicinales inundan el exterior.
Paseando por este magnífico entorno se accede al Pabellón de Sant Rafael, donde se puede contemplar su interior tal y como fue concebido a principios del siglo XX. También se puede acceder al vestíbulo del Pabellón de la Administración, a la Sala Pau Gil y a la Sala Domènech i Montaner, uno de los espacios nobles de mayor importancia artística del edificio. El recorrido recomendado por los guías, finaliza en el Pabellón de Sant Jordi, un espacio rehabilitado que acoge exposiciones temporales.
Vitrales y baldosas pintadas a mano forman parte de este conjunto arquitectónico en el que las cerámicas, a parte de tener una función higiénica y de fácil limpieza, fueron concebidas como elemento terapéutico. Los motivos florales con colores suaves transmiten paz y tranquilidad, además de luminosidad.
Las esculturas, a parte de tener una connotación decorativa, mantienen un denominador común en la regeneración, la curación y de la vida sobre la muerte, lo positivo sobre lo negativo.
Si visitas Barcelona, no te pierdas esta visita a esta grandiosa obra de restauración.
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