Del libro El barro se subleva
de Manuel A. López
Quizás le esté haciendo rechazo a esta nueva identidad que se ha apoderado de mi cuerpo vencido. Quizás un porcentaje mínimo de mi ser no me deja acoplarme a este nuevo yo. De ahí viene ese dolor de cabeza, la inflamación del estómago, y los tantos gases que parecen fuegos artificiales celebrando un día feriado que todavía no logro entender cuál es. He dejado de comer pepino porque noto que entonces la retreta de gases se hace interminable. Siento que estoy cambiando el color de la piel como lo hacen las lagartijas; por ejemplo, hoy amanecí de un tono grisáceo, con hilos negros que parecen venitas de hígado de pollo. Afuera hay 90 grados de temperatura, sin embargo he revuelto todas las gavetas buscando inútilmente una bufanda roja para animarme con una nota de color. Me urge algún disfraz para que no puedan ver todo lo que se asoma. En este nuevo cuerpo siento un vacío que corre desde el cerebro hasta los dedos de los pies. Me paso el día entero buscando nuevas formas de llenar ese espacio pero no lo logro. Mi madre y el guerrero son los únicos que me dejan pequeños paquetes con remedios y palabras para curarme un poco. Floto en una nube que a ratos se convierte en un descapotable color cartucho que manejo por una ancha carretera. A veces siento unos ligeros chiflidos y al mirar veo un gigante ratón blanco dando saltos en el asiento de atrás. Cuando le pregunto quién es, se convierte en un hombre de piel oscura y ojos profundos. Le hablo, pero me contesta en una lengua que no entiendo; quizás esta nueva identidad necesita un cambio de idioma; quizás deba aprender uno nuevo, más bien inventar alguno, que nadie conozca para que no lo puedan copiar. El guerrero me ha pronosticado estas cosas que me están pasando. Le debí haber hecho caso cuando una de esas noches, a la luz de una solitaria vela, me dijo todo lo que necesitaba saber para emprender caminos nuevos. Pero le hice rechazo a tanta información, a tanta precaución, y hoy sufro los resultados. Estoy habitando dentro de esta armadura que ha visto mejores tiempos. Entiendo todo lo que me advierten, pero en días como hoy, sabiendo todo lo que sé, ardo como los bosques californianos en llamas, y pido a gritos agua para calmar este fuego, y brazos de amigos que no traicionen al calmarme.
Foto Elsa Roberto
Sobre el autor:
Manuel Adrián López. Morón, Cuba (1969)
Poeta y narrador. Su poesía en español ha sido publicada por las revistas Anterior Review,Arique, Baquiana, Contratiempo, Delirium Tremens, La Peregrina Magazine, LaFanzine,Letras Salvajes, Linden Lane Magazine, Nagari, Revista Conexos, Revista Literaria Ombligo y Ventana Abierta, entre otras. Su poesía fue incluida en la antología poética La luna en verso, publicación de La Noche en Blanco de Granada (Ediciones El Torno Gráfico, 2013). Fue columnista de la revista digital Sub-Urbano (2013-2014). Su primer libro de poesía, Yo, el arquero aquel, fue publicado por la Editorial Velámenes (West Palm Beach, 2011). La editorial TheWriteDeal le publicó una versión digital de su libro de cuentos cortos en inglés Room at the Top (New York, 2012) y una versión impresa del mismo fue publicada por la editorial Eriginal Books (Miami, 2013), la cual fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Miami. La Editorial Betania publicó su libro de poesía Los poetas nunca pecan demasiado (Madrid, 2013), ganador de la Medalla de Oro en los premios Florida Book Awards en el 2013. Ha sido invitado a diversas lecturas poéticas en Coral Gables, Fort Lauderdale, Homestead, Miami, Nueva York, Sylmar y Tampa en los Estados Unidos, así como en el Distrito Federal en México y en Barcelona y Granada en España.
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