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“Pero el hombre no puede lograr su redención, ni pagar a Dios por su rescate”

(Salmos 58,11)

 

Dejaré mi dinero en la mesilla,

mis tarjetas de crédito en el descansillo,

mi último nombre en el umbral de tu vestido.

Hoy vamos a bailar hasta que a dios le dé vergüenza.

 

Yo no te conozco y tú no me conoces.

Yo he matado a alguien y tú eres mi refugio,

ya podemos empezar a vencernos,

nunca fue tan fácil pillar a un hombre herido.

 

Mi conciencia se ha tomado el día libre,

dice que una derrota no es mala sustituta.

Ayer salí en la tele y mi madre se pondría a llorar,

si hubiera salvación esta noche te odiaría.

 

Dejaré mi dinero en la mesilla,

mi condena en mi próximo exilio,

mi último nombre en tu boca de mil nombres.

Huyo tan deprisa que ya no sé quién soy.