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©Por Glenda Galán

Hay escritores que se atreven a cruzar el umbral de los temas escabrosos y salen airosos, es el caso del escritor mexicano Antonio Ortuño, considerado por la revista británica Granta como uno de los mejores escritores en lengua española de nuestros tiempos. Nacido en Guadalajara en la década de los setenta, no le tiembla el pulso para  llevarnos a un viaje inolvidable a través de sus relatos y sus novelas.

Ortuño es un escritor y periodista que cultiva una exquisita prosa, que lo ha diferenciado de otros escritores de su generación– e incluso, de anteriores–,y con la que ha impregnado de nuevos aires, los estantes de las lirerías de su país natal y de otras partes del mundo.

Definitivamente Antonio tiene mucho que contarnos sobre su experiencia en el mundo de la literatura, sus personajes, su tercera novela y sus nuevos proyectos; con él conversamos y esto fue lo que nos dijo:

• ¿Cómo nace en ti la pasión por escribir?

Escribí siempre, desde niño, por el simple gusto de hacerlo. No pensaba en ser escritor sino en escribir, que pueden y hasta deben ser cosas diferentes. Ya en la adolescencia comencé a cobrar un poco de conciencia de lo que hacía.

• Inicias tu debut literario con El buscador de cabezas, una novela que según algunos críticos supone una ruptura con la literatura que se venía haciendo en las últimas décadas en México. Dónde crees tú qué se quiebra ese anterior canon seguido por escritores de tu generación y de generaciones anteriores?

Es difícil decirlo. En la época en la que comencé a escribir esa novela, que fue la primera de las mías, suscribía ideas sobre la literatura un tanto diferentes a las actuales. Leía, por ejemplo, poca literatura escrita en español y estaba embebido en leer gringos, británicos, rusos. Supongo que, en cierta medida, eso y el hecho de que escribía y escribo desde Guadalajara, fuera del escenario de la Ciudad de México, me ayudó a tener una mirada, una prosa, unos intereses diferentes a los de otros narradores, tanto de otras generaciones como de la mía.

“Cuando escribo, pienso en el texto, no en sus consecuencias”

• Has sido considerado por algunos como uno de los mejores narradores en lengua española de nuestros tiempos, ¿cómo se lleva ese sombrero? ¿Cómo se lucha contra el ego ante tanto halago?

Bueno, salí en el listado de la revista británica Granta, que se refiere a escritores jóvenes, menores en ese momento (2010) de treinta y cinco años. No voy a fingir que no me halaga ser elogiado. Hay lectores y críticos que han sido generosos y entusiastas con lo que escribo y lo agradezco. Pero escribo por otros motivos y soy un esquizofrénico al respecto. Cuando escribo, no pienso en los elogios ni en los denuestos (que también llegan, a veces). Pienso en el texto, no en sus consecuencias.

 • ¿Qué te aporta a ti como escritor la novela y qué el cuento?

Son apuestas muy diferentes, al menos en mi caso. En una novela resido. Es como si pasara meses y meses y hasta años en una casa. Cuando termino una y comienzo con otra, me siento en una suerte de mudanza, con sus incomodidades pero con sus oportunidades de mejora. En cambio, un cuento se parece más, en mi caso, a un viaje. Es más veloz y a veces intenso.

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• ¿De qué trata tu más reciente novela La fila india?

Aborda el paso de migrantes centroamericanos por México y las reacciones, muchas veces carniceras, de los mexicanos ante ellos.

• En este libro narras desde una voz femenina, ¿cuál fue el mayor reto que enfrentaste al construir y desarrollar el personaje de Irma?

Supongo que perder el miedo a que la narración se desmoronara por mi incapacidad de emplear una voz narrativa femenina. Lo exorcicé de varias maneras: leí a muchas escritoras, le di a leer los avances del relato de Irma a lectoras, discutí con varias personas los alcances e implicaciones de una narradora femenina. A fin de cuentas, quería que fuera una narración eficaz y verosímil y espero haberlo conseguido.

• ¿Cómo es el proceso antes de que nazcan tus libros?, el proceso de investigación, de escribir, de corregir…Cuéntame de esa experiencia.

Aunque soy periodista no suelo investigar articuladamente para mis textos narrativos. Más bien me documento, a lo largo de mucho tiempo, sobre los asuntos que me interesan. Algunos deparan en novelas o cuentos y otros no. Reúno lecturas, materiales visuales, notas de charlas pertinentes con gente relacionada con el tema (en vez de un ciclo de entrevistas directamente estructurado para un proyecto). Con eso construyo un mapa mental de lo que quiero narrar y una suerte de visión con la que luego trabajo el texto.

• ¿Qué escritores mexicanos de tu generación respetas a través de sus obras?

Me interesa lo que escriben autores muy diferentes. David Miklos, Carlos Velázquez, Nicolás Cabral, Yuri Herrera, Fernanda Melchor, Guadalupe Nettel, Daniel Espartaco, Jaime Mesa, Mariño González, muchos otros más.

• ¿Qué escritor te hace clic?

Puedo pasarme la vida releyendo a Ibargüengoitia, a Rubem Fonseca, a Marcelo Birmajer. Llegué a reverenciar a Borges casi religiosamente. Luego a Fogwill. A Roth, a Amis, a Higsmith, a Mijail Bulakov o Mrozek. Podría seguir y seguir.

• ¿Tienes alguna referencia sobre la literatura dominicana?

Conozco poco, lo acepto. Algunos cuentos de don Juan Bosch. Y me agrada bastante, aunque quizá no se le considere dominicano por escribir en inglés, lo que he leído de Junot Díaz (una novela y un libro de relatos).

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• ¿Consumes poesía?

Sí. Soy tan lector de poesía como de narrativa. Y Raúl Zurita, Diego Maquieira o Gerardo Deniz han sido para mí autores tan capitales como mis narradores dilectos.

“Escribir es un riesgo permanente de hacerlo mal, de caerse, como temía Cioran, con  todas las palabras”

 • ¿Qué es lo más difícil de ser escritor en tu país?

Lo mismo que en todas partes: escribir es un riesgo permanente de hacerlo mal, de caerse, como temía Cioran, con  todas las palabras. México es un país de miseria profunda y la cultura lo refleja. Hay un número mínimo de lectores de literatura contemporánea. No obstante, hay una buena cantidad de propuestas literarias interesantes, algunas tradiciones robustas, editoriales luchonas. Tampoco es un páramo.

• Dices que todos los personajes son de alguna manera el escritor. De todos los personajes que has construido, ¿cuál crees que se llevó la mayor parte de ti?

Supongo que un escritor joven tiende a identificarse con sus personajes y parte del oficio que se gana es aprender a distanciarse. Yo no soy ninguno de mis personajes más allá del concepto de propiedad de Flaubert (“Madame Bovary soy yo”). Soy la primera persona de mis artículos periodísticos y poco más. Aunque explote mi memoria, mi percepción y mis ideas para irradiar a mis personajes, en cierto sentido, no me confieso a través de ellos.

• ¿Hay algún personaje de tus libros que recuerdes con especial simpatía?

Varios de los pobres diablos que narran mis cuentos me merecen simpatía, por supuesto. Por otro lado, los personajes femeninos de mis novelas suelen ser los que me resultan más agradables.

“Me parece que el reto de un narrador  es establecer un diálogo con su tiempo. Y eso no puede prescindir de los lectores”

• ¿Cuáles son los principales retos que enfrentan los nuevos escritores mexicanos?

Que lo que escriban no le importe a nadie. Es paradójico que el discurso entre parte de la crítica y los autores sea que los lectores no importan y que se escribe para nadie pero, a la vez, ellos mismos se quejen de que nadie los lee y reclamen crecientes apoyos públicos. Me parece que el reto de un narrador (los casos de ensayistas y poetas quizá sean diferentes) es establecer un diálogo con su tiempo. Y eso no puede prescindir de los lectores.

 • Un lugar inolvidable de Guadalajara es…

¿Dónde queda Guadalajara?

• ¿Qué libro lees actualmente?

Leo varios ensayos de la profesora Mary Beard sobre griegos y romanos.

 • ¿En qué trabajas ahora?

Escribo una novela y algunos cuentos. Más o menos lo mismo que desde 1995.