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Por GG

Yo tenía unos seis años cuando mami me dejó bordar una telita de algodón con los hilos de colores que compramos en Casa Funcia de la Noel. Recuerdo el miedo que le tenía a las señoras portuguesas muy, muy mayores que atendían aquel establecimiento. Nunca las vi reír; siempre peleaban con los clientes y  hababan entre dientes cuando estaban contentas, como si dentro de ellas viviera el terror.

En aquellos tiempos, siempre veía a mami coser y bordar. Nunca la vi tejer. Me hacía lindos vestidos en su máquina Singer con los patrones que yo elegía en la Puerta del Sol o en La Opera, por eso,  iniciarme en el oficio de crear hermosas manualidades me hacía sentir más cerca de ella.

Siempre fui agentá y muy talentosa con todo lo que fuera crear con las manos, atento a eso, mi madre confió en que no me sacaría un ojo mientras bordaba. Lo primero que hice fue pintar una hermosa casita en el paño blanco, con un lápiz del colegio; luego, seguí  cada trazo con los hilos para tapar el gris del carbón con los bellos y brillantes colores. El techo de la vivienda tomó vida con puntadas rojas y las ventanitas con un rosado parecido a los bizcochos de Doña Nitín.

Al terminar el pañito mami me felicitó, pero nunca usó mi preciada obra de arte. El pañito se perdió en mis recuerdos y en el desorden de mudanzas que viví después.

No es que a mami no le gustara aquella casita, es que ella guardaba los mejores pañitos para brindarle café a las visitas y, en ese tiempo, los visitantantes de nuestro hogar fueron mermando.

Muchos de los pañitos que ella bordó se pusieron amarillos, otros se extraviaron y los más simples que se utilizaban a diario en la bandejita del café, se echaron a perder por las constantes lavadas a que fueron sometidos.

Años más tarde me encuentro frente a la gaveta de mis propios pañitos, tesoros recibidos el día de mi boda, los que me tejió la abuela de mi mejor amiga o algunos que pude salvar, hechos por mami. Noté cuántos había acumulado y el poco uso que les había dado, entonces, decidí empezar a usarlos a diario.

¡Hoy bebimos el café más sabroso del año!