Barra Payan
Oh eran aquellas unas noches bohemias. Usualmente caminábamos la Zona Colonial en busca del tesoro prometido a todos los elegidos por la Genialidad Pura Caribeña, esa que no le importa obtener ninguna remuneración por sus dones, tratando de encontrar cualquier lugar donde no tocaran rock dominicano, por lo menos no en vivo. Oh sí, muchas veces fuimos engañados.
Llegábamos cayendo la tarde, el dueño, o dueña del bar, nos entretenía con algún fondo musical que, a pesar de no estar en nuestros iPods, no molestaba tanto. Goodbye stranger, it’s been nice, hope you find your, paradise… Después de las 8 empezaban a aparecer esos presagios del cataclismo. Hombres melenas con estuches negros sospechosamente parecidos a esos que usualmente contienen instrumentos musicales adentro. Y si el concierto en sí se siente igual que una quimioterapia para los oídos, ya puede usted, querido lector, imaginar el soundcheck.
Oh eran aquellas unas noches bohemias. Al final de la nota caíamos por algún antro del Malecón. Alguna arquitectura efímera donde vendían cervezas y cigarrillos a precios de cocaína, con algún descuento en combos. Una madrugada esta mujer con sombrero caminaba las rocas suicidas del Mar Caribe; inmediatamente alguien mencionó al viejo Chagall, y yo le pregunté a Silvio Rodríguez (bueno, no al mismo Silvio, si no al Lenny, un amigo que cantaba canciones de Silvio en Casa de Teatro cualquier día de la semana menos los martes, porque, ya se sabía, los martes eran de Sabina), yo le pregunté, “Silvio”, digo, “Lenny, ¿qué es eso de Unicornio Azul, es cierto que eran unos jeans?”.
Y Lenny, me contestó con uno de sus acostumbrados enigmas, “Así mismito querido poeta, ya se acabaron las cervezas.”
Oh eran aquellas unas noches bohemias. Casi siempre, camino a la cama con el alba, nos sentábamos en la Barra Payán a comer derretidos de queso con tomates verdes. Los dos últimos quijotes esperábamos salivando el apogeo del paladar, mientras una mesera, muy vieja ella, nos buscaba nacionalidades orientales de acuerdo a nuestra apariencia de lunares negros y barbas negras:
-Tú ere de hindú, y tú ere aganitaleño.
-¿Y de dónde es el queso danés?
-Bueno, el de aquí e de La Vega.