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Por Denisse Español

Cuántas veces tengo que decirte que el amor no existe para me creas…

Cuántas veces te contradices, reiniciando el proceso hacia él, que desemboca, cada vez, en el mismo mar, en alguna rabia lavada en lágrimas. Te convences y al pasar el día, amas tan intensamente, que lo puedes sentir… hasta en las encías.

Vuelves a los minutos felices, que sirven para borrar el flagelo cotidiano, esas palabras que no escuchas, esos cubetazos de agua fría, bloques de miradas… Y es que el amor, o eso que muchos llaman amor, es un concepto muy extraño, muy diferente a la real naturaleza del ser humano, muy diferente a quien realmente es él.

–  Lidia, tú lo que estas es “encoñada”.

–  Mary, ¡yo no estoy “encoñada”!, deja de decir eso que me ofendes. Soy una mujer inteligente, capaz de discernir esas cosas. ¡Yo lo amo!

A pesar de todo, callas, gritas por dentro, cada vez que llegas y él no está en la casa, aunque hayan quedado en reunirse. Cada vez que llamas y no responde. Te duermes en su cama (ya su madre se ha acostumbrado a tu presencia), esperas a que te despierte con su aliento isopropílico, conexión de vuelta a la vida y callas nuevamente, le abrazas con todo tu cuerpo, solo necesitas sentir que ha regresado a ti.

Los días lindos leen juntos. Él en la cama, tú en el sofá. Le miras de reojo de vez en cuando e imaginas que así sería la vida juntos, si algún día logras que se case contigo. Los dos, disfrutando de las cosas que más les gustan, devorar libros, un café,  acariciarse en los momentos en los que los ojos no quieren ver más letras. Todo es perfecto allí… pero la calle, la maldita calle, esos malditos amigos que lo sonsacan del ser que tienes concebido en tu cabeza.

Las veces que salen juntos la pasas bien, visitan los mismos lugares, disfrutan la misma música. Cada vez que salen, compartes con sus amigos. Piensas que te quieren, porque te tratan bien. El único problema, el que nunca has superado en todas las salidas de estos años, es Susana. Deseas con toda tu fuerza que desaparezca del mapa. Ahora es novia de Raul, uno de los panas, pero sabes que hace tiempo fueron amantes. Susana y el alcohol, dos conceptos que aún no logras manejar.

Te sientes pequeña a su lado. Su inteligencia arropa cada esquina del salón, es una mujer muy culta y muy hermosa, tienen infinitos temas en común, a veces los escuchas hablar en claves y ríen a carcajadas cuando tú, seria en el rincón, no has entendido nada. Con respecto al alcohol, es la transformación del ser, lo que te ha hecho querer dejarle, esas pocas veces y al pensarlo, mueres de miedo. Lograr que no pelee con algún mozo, tener que cargarle inconsciente bajo el cielo estrelladísimo de la madrugada, con la ayuda de algún parqueador, después que los sacan a patadas del bar, después que Luis Días se ha ido, más sobrio que tu novio. En fin, que son pocas las cosas que te molestan. Son pocas las cosas si las cuentas con los dedos, como me has dicho tantas veces. Al mismo tiempo son esas las realidades que justifican la loción de dolor que aplicas a tu piel cada día.

Abrir los ojos muy temprano y saber, que de alguna manera, por alguna razón repetida, la punzada arribará, extendiéndose hasta donde no hay entrañas, hasta ese lugar que no existe.

–  Mary, ¡nos vamos a casar!

–  ¡¿Qué?! (cara de asombro)

–  Mary… ¡tú has sido la única que me ha respondido de esa manera tan grosera! Todo el mundo se ha alegrado por mí y tú, mi mejor amiga, ¡me pones esa cara! (un pequeño diamante se dibuja en su ojo izquierdo)

–   Manita, lo siento. Es verdad, soy muy egoísta… me alegro por ti. Ese es tu deseo y debo apoyarte. Cuenta conmigo en lo que necesites.

El día ha llegado y estás bella. Tu cara me recuerda a alguna postal de las que coleccionaba tu padre, esas que usábamos para jugar en nuestra infancia. Hoy eres una niña feliz, que ha conseguido finalmente la golosina deseada. A pesar de tantas lágrimas, sin importar la presión hostil de sus amigos, has vencido y nosotros, los que te amamos, celebramos la victoria junto a ti. Aunque nos duela, aunque hayamos realizado la ecuación un millón de veces.

Todo está listo. La mayoría de los invitados han llegado. El ambiente mágico nos envuelve en su delicadeza, hasta la última flor se preparada para el gran momento. De repente todos voltean la mirada,  y observan la entrada. Un ligero murmullo recorre los asientos.

Giras, logrando que tus rizos dancen sobre el viento. Y ves a Susana entrar al salón. Su vestido de organza negra permite observar con absoluta claridad sus panties tipo short, sus hermosos y abundantes senos, pezones erectos por la brisa de la noche. Entra recorriendo el pasillo central y se sienta en la primera fila. Te mira, sonríe y tú… caes en cámara lenta, el suelo recibe tu desmayo.

Sueñas, dibujas un futuro, tu, sentada en el suelo, frente a tu estufa, tomas el pote de dolor y lo aplicas sobre tu cuerpo, primero los pies, luego las piernas… Miras fijamente, sin importar el paso del tiempo, la puerta cerrada.

Denisse Español

Imagen: Nina Dotti