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Por Bernardo Jurado

Tumbado estaba él, boca abajo sobre la grama helada y con ese suéter vino tinto con un vivo blanco, yo usaba un corte de pelo al estilo Ringo Star, quien era al igual que sus compañeros de los Beatles, el símbolo sexual masculino británico, ¡ha!, porque estábamos en Greenwich Inglaterra y estaba saltando al estrellato un muchacho salido de las minas, de nombre Tom Jones, y eran los anos sesenta y desde esa época, yo quería ser oficial de la Marina como él y jugábamos en el helado parque y los ingleses tomaban el sol sin conocer las playas venezolanas y yo creía que estaban locos, pero el jugar con Papá mitigaba cualquier adversidad meteorológica.

La casa era lúgubre y tenía mi propio árbol de manzanas en el patio trasero donde estaba mi bicicleta que simulaba una motoneta Vespa con pedales y el uniforme de mi colegio era poco menos que una afrenta al buen gusto, con esa corbata de lazo y el traje a cuadros y mi cara de inocente cordero que cerraba el ciclo que hacia juego con las medias escocesas a media pierna con esa mota ridícula al externo, pero todo fue bello, hasta que llegó aquel embajador amigo de Papá y se sentó sobre mi guitarra azul, con la que imitaba a los Beatles.

Cada momento fue una clase, cada minuto divertido y como todos, le odié y le amo y digo esto porque sus decisiones no siempre fueron aceptadas por mi adolescencia, porque siempre impuso la formación para la vida a la alcahuetería y yo se lo agradezco, porque desde hace dos décadas hago lo mismo.

Me casé y me regaló aquel viejo doblón de oro que debe costar una fortuna y me recordó a Lord Byron: “recuerda hijo mio, “las mujeres no fueron hechas para ser entendidas, solo ámala” y ¡yo nuevamente no le hice caso! Una vez me confesó que iba al puerto de la guaira, para verme zapar en los veleros de la Escuela Naval y me encomendaba y eso funcionó, ¡las bendiciones siempre funcionan! Fue mi amigo, me dió su nombre de honor y la fortaleza de su carácter y me enseñó a admirarle, honrarle y amarle.

Hoy cumpliría años y aun sería muy joven para un viejo como yo y ambos nos queremos y ambos navegamos y escribimos, libamos y pecamos, rezamos y bendecimos y ¿saben que? ¡Eso no se olvida! Porque nuestra amistad, más allá de la irrompible cadena genética esta soldada por la fuerza mas grande de la humanidad, la cual es el amor.

Me arrepiento tanto de haber estado alejado de él, pero a la vez creo que Dios en su infinita sabiduría me lo dió solo en los momentos correctos y aun no me explico como fue tan inteligente y prolífico como escritor y orador, pero confieso que viví mis mejores momentos en su compañía, mis mas crecedores y divertidos pensamientos con él, porque al final eso somos, pensamientos y por ello, desde la seguridad de mis pensamientos, pudiese asegurar que “siempre esta conmigo”, feliz cumpleaños Papá.

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