fur

Por Fernando Ureña Rib

http://www.urenaribfoundation.com

Ven. Juguemos a ser niños otra vez. Yo tomaré tu mano. Venceré la timidez detrás de tu mirada deleitada en mi asombro y en mis miedos.  Eso, lo del miedo, jamás lo he comprendido, porque todo cuanto hay en ti me deleita y me asombra.  Te gusta jugar conmigo, pero te sientes incómoda si intento desatar la cinta de tu pelo y te halaga si dibujo tu frente con mis dedos. No sé por qué me gusta tu frente. Quisiera  saber qué sueños la habitan, qué misterios.  Si trato de besarte esquivarás mis labios, volverás las mejillas y veré que tu mirada se hace austera y castiga con su sabio rigor. Si me alejo, ahí estarás con tus ojazos interrogando por qué huyo de tus lazos.

 

Entonces eres tú quien hala mis tirantes y se prende a mis solapas, y yo quien busca quitar de tus orejas los zarcillos y de tu pecho el prendedor.  Gran error y delito, me dices. Gran deleite, yo sé.  Y tu reproche se lía a tu sonrisa: “Los hombres jamás quitan nada a una mujer, mejor les dan cuanto pueden. Toma, te doy mi pañuelo y en él, el perfume de estos campos”. Y es tu aroma. Lo aprieto con fuerzas contra mi rostro y me dejo llevar por tus quereres.  ¿Cómo es posible que puedas estar toda en un perfume? Y eres tú quien me besa. Eres tú quien decide. Siempre decides tú. Y dentro de mis miedos advierto que tu pañuelo ha convertido mi lamento en ruiseñor, y canta.