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GG

En este día de Thanksgiving doy gracias por Miami, por darme refugio en sus tierras pantanosas, mientras la corrupción hace de las suyas en mi bello país y mis hermanos dominicanos se pelean por ser nacionalistas o traidores. Duele mucho ver de cerca un país dividido peleándose nacionalidades y hasta honores, ¡duele!

Duele tanto como duele la miseria de cualquier barrio capitaleño o el homeless de Midtown, ¡duele! Por eso pienso que dar gracias es en cierta forma un acto de egoísmo, al pensar en la paz del aquí y ahora, mientras muchos son bombardeados en zonas de guerra, o han sido desplazados por el odio.

Damos gracias, decimos gracias, escupimos gracias sobre la miseria de otros, sobre la angustia de otro, sobre la soledad de otro; y aunque doy gracias por Miami, por la salud y porque el carro que venía en vía contraria en la calle ocho no me chocó, también me queda el amargo sabor en la boca al pensar en el que sí fue chocado por aquel conductor irresponsable.

Doy gracias, sí; pero pido para que todos en el mundo podamos dar gracias en algún momento del mañana, volteando la mirada hacia el padre que sufre por su hijo con cáncer o por la agonía de la mujer abusada.

Doy gracias con un sabor agridulce y con los ojos abiertos.

Gracias por la luz y por por la sombra, gracias.