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No es fácil encontrarse con una escritora de la talla de Ariadna Vásquez, Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña 2012, poeta y periodista a quien se le dá muy bien dibujar su mar en un poema o dar a conocer a sus colegas dominicanos en México, país en el que vive hace 9 años y donde escribió una antología de poetas de su generación.

Mucho ha llovido desde el tiempo en que  publicaba su columna “Cabeza de Ratón” en el periódico dominicano Listín Diario, hasta llegar a convertirse en una escritora con una maestría en creación literaria en su haber y un amplio conocimiento de la literatura universal, hechos que no la han frenado a la hora de arriesgarse y de seguir experimentando en su trabajo literario.

Para ella la poesía es andar descalza, para mi ella misma es poesía, esa manera tan fresca de ver la vida, la delata en cada respuesta que nos da en este encuentro.

 

• Cuéntame sobre tu experiencia en el Festival de Rosario 2013, ¿Qué te llevas de esa experiencia?

Fue bello participar en ese festival. Es increíble ver cómo circulan los libros allá, en la feria de editoriales, es un proceso muy lindo porque hay mucha gente que trabaja durísimo en la elaboración de los libros, algunos hechos a mano, y los resultados son, casi siempre, ediciones hermosas, muy bien cuidadas, además por lo menos la gente que fue al festival parece muy interesada en comprar autores nuevos, en conocerlos; otra cosa que me encantó del festival es que las lecturas son maratónicas, de verdad, se lee hasta entrada la madrugada y va mucha gente a escuchar poesía, eso me sorprendió muchísimo.

Fue muy interesante esa experiencia y lo que me llevo de esos tres días es un deseo enorme de trabajar en proyectos similares, de formar parte de esa voluntad, de esas ganas que tiene tanta gente de hacer circular la poesía, de que se muevan los libros a través de pequeñas editoriales, porque también es triste que haya editoriales que sólo sobrevivan unos pocos años, pero aún así, no se puede negar la importancia de éstas; además, hay muchas otras que siguen luchando con todo para permanecer vivas.

 

• Mucho se habla de los festivales y las ferias de libros, algunos a favor otros en contra. A tu entender, ¿para qué sirven?

Para mí hay ferias de libros que sirven mucho, las independientes, por ejemplo, esas ferias sirven a las editoriales pequeñas porque allí pueden mostrar sus catálogos y venderlos, la gran mayoría no tiene espacios en librerías e incluso no quieren ser parte del mercado de las librerías y optan por darse a conocer mediante esas ferias, además, las editoriales pequeñas son las que más se arriesgan publicando autores nuevos, como no tienen mucho que perder publican buenos autores que no forman parte del catálogo de las editoriales millonarias, porque la diferencia es quizás que esas pequeñas editoriales lo que buscan es circulan, que sus libros se distribuyan, más que las mismas ventas que al final también es vital para subsidiarse; los festivales también sirven para compartir con otros poetas, conocer más a tus contemporáneos, saber lo que se está escribiendo o las preocupaciones de la poesía de otros lados, en otros países.

Los festivales de poesía funcionan más como encuentros de gente que tienen algo en común y por ello, se supone, que se la van a pasar bien juntos, es como hacer una reunión con gente cuya pasión en la vida es teñirse el pelo de colores, y todos los que asisten a la reunión estarán compartiendo con otras personas a las que les gusta lo mismo, se la pasarán bien, y como a nadie le gusta exactamente lo mismo que a los demás la cosa se volverá más interesante, se escucharán versiones sobre la elección de los colores del tinte, por ejemplo, por qué escoger azul bolita y no lila, por qué teñirse un mechón naranja únicamente del lado izquierdo y no del derecho, esas cositas; y empieza entonces una amistad, eso traen los festivales también, amigos, y muchos libros.

Yo he participado en muy pocos festivales, tampoco muero por ir a muchos. Lo malo de ese tipo de actividades es que muchos autores las aprovechan para mercadearse y a veces lo hacen muy vulgarmente; es lo que a veces pasa en Dominicana (imagino que en otros países) que algunos escritores que trabajan en el gobierno se van en comitivas a todos los festivales que se realizan sobre el planeta, pero bueno, ése es otro tema.

 

• ¿Desde cuándo sentiste inclinación por la literatura?

Desde chica me gustaba leer, creo que me aburría mucho de niña y por eso prefería leer que jugar con mis cuatro hermanos, además casi siempre terminaba perdiendo en los juegos y era mejor agarrar un libro, irme a mi habitación, encerrarme. Nunca sé decir por qué me empezó a gustar la literatura, simplemente sucedió, cuando me di cuenta ya estaba adentro.

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• Un libro difícil de olvidar…

 la balada del café triste

 

• ¿Qué ha cambiado en la Ariadna que escribió su primer libro y el ser humano y la escritora que hoy responde a mis preguntas?

Ciertas cosas han cambiado, otras no. Ya no soy una niña, pero a veces aún lo soy. Me gustan otras cosas que antes no me agradaban. Me he vuelto un poco más solitaria, pero creo que siempre fui así y no lo sabía bien.

Quizás lo que más ha cambiado en mí son las perspectivas alrededor de la escritura, las inquietudes estéticas también. Me doy cuenta de que cada vez me arriesgo un poco más, voy dejando de lado ciertas preocupaciones y ahora que lo pienso, en la vida es igual, cada vez me importan menos ciertos temas, cada vez se me resbalan más algunas cosas, otras me hieren con más profundidad que antes; yo trato de estar lo más cercana posible a mi deseo, es lo que intento.

 

• ¿Cómo es tu día a día en México?

Voy a mi trabajo, leo los periódicos, tomo café, salgo a las 3pm, en las tardes estoy en casa, leo, escribo, saco a pasear a mis perros, voy a correr al gym, en las noches, leo, escribo, algunas veces voy al cine, me hago un té de jengibre antes de dormir, veo el noticiero.

 

• ¿Periodista o escritora?

Periodista y escritora. A veces pienso que volveré a ser periodista. Me agrada pensarlo.

 

• ¿El día o la noche para escribir?

El día y la noche, con la libretita cerca.

 

• Dices que la literatura dominicana se conoce poco en México, ¿cómo crees que podría cambiarse esa realidad?

Pues en términos reales es difícil. Uno puede pensar en algunas ideas. Por ejemplo, intentar que más autores dominicanos sean publicados por editoriales mexicanas, pero ¿por qué sucedería eso? Ya hay demasiados autores por publicar, en todas partes los hay. Además, publicar no es tampoco una garantía de que te vayan a leer, una cosa es que publiques, otra es que circules, hay demasiadas publicaciones, aquí muchas editoriales independientes tienen tiradas de mil ejemplares, claro que es poco comparado con Francia donde las tiradas creo que son de diez mil ejemplares mínimo, pero el punto es que hay muchísimos libros publicándose, muchísimos autores de todas partes, si uno lo piensa se asusta.

Lo que se conoce de literatura dominicana aquí es muy poco pero una antología no creo que cambie eso, creo que son esfuerzos individuales los que se van destacando, son esos pocos autores los que hacen que uno mire el mapa, hay algunos escritores que se van volviendo muy conocidos en toda Latinoamérica, y por tanto también en México, como Junot Díaz, es un buen ejemplo.

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• Has dicho que tu novela “Por el desnivel de la acera” la escribiste embriagada de México, ¿sigues embriagada de ese país?

Sigo, sí, pero hay días que ando muy sobria ya. Tengo nueve años en México y aunque aún no dejo de sorprenderme (creo que lo haría igual en cualquier otra ciudad) hay cierta comodidad inevitable en la rutina, uno deja de mirar la ciudad como un forastero, ya estás allí, y estás de verdad. Claro que aún me siento en la periferia, como que no pertenezco aquí y eso siempre trae frescura alrededor de los hechos más cotidianos.

 

• ¿Qué recuerdo guardas de “Cabeza de ratón” la columna que escribías en el Listín Diario?

Guardo muy buenos recuerdos, pienso siempre en Luis Beiro, por ejemplo. Él me metió en ese lío y toda la vida se lo agradeceré. Cabeza de ratón era una locura, Beiro me dijo un día: escribe lo que se te dé la gana, lo obedecí y fue genial. Escribía cualquier porquería que tenía en la cabeza, no tenía ninguna pretensión, no me importaba tanto, era escribir y punto, y además, había gente que me leía, entonces era divertidísimo. Fue muy lindo tener ese chance.

 

 • ¿Qué poemas y qué obra tuya le recomendarías a un lector que quiere empezar a leer tu obra?

Lo que pasa es que una vez que publico siempre se me cae el libro, ya no me gusta tanto como cuando lo estaba escribiendo. Algo me desprende de él. Así que no sé, en realidad no sé cuál recomendaría, quizás el último, el que tengo más cercano “Debí dibujar el mar en alguna parte”

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• ¿Cómo nace ese libro?

La mayoría de los poemas de mi último libro surgen como parte de un proyecto que hice con una amiga mexicana, una poeta, Guadalupe Galván, con ella escribí una parte importante de ese libro.

El proyecto era publicar juntas, pero ya no se hizo y poco a poco se fue concibiendo el libro solo, sin los poemas de ella.

El libro, la intención, era señalar un gesto que aparentemente se ha perdido, como las ganas de llamar algo que aparece casi olvidado, como cuando uno repentinamente recuerda algo antiguo y lo quiere volver a tener pero sabe que no se puede, entonces piensa: yo debí haberme quedarme con eso, yo debí tenerlo siempre a la mano.

Otra vez hablo de la isla, del mar, de la casa, pero siento que en esa voz el exilio se verifica no como un estado sino como un lugar donde es posible “estar”, en ese sentido, siento que es como el testimonio de una nueva orfandad y no una especie de llanto romántico por aquello que se ha perdido. Pero ésa fue solamente la intención, no estoy segura de que eso sea el libro al final.

 

• Cuéntame de la experiencia de tu publicación de la antología de poesía dominicana actual en la revista de la Universidad Autónoma de México. 

Esa publicación fue una oportunidad de dar a conocer en México, sobre todo a nivel universitario, a algunos poetas jóvenes dominicanos, pero al final el resultado fue medianamente bueno.

Es decir, la revista es hermosa, y el número de poesía dominicana circuló bastante, recibí buenas y malas devoluciones del proyecto, es normal.

La muestra visual de Jorge Pineda fue muy admirada, pero cuando hablo de que el resultado fue medianamente bueno lo que digo es que fue una muestra muy pequeña, muy limitada, la verdad es que quise incluir algunos autores a los que finalmente no tuve acceso.

Lo bueno de todo eso es que siempre pensé en ese proyecto como algo más amplio y parece que voy a intentarlo de nuevo. Estamos viendo la posibilidad de publicar una antología con una editorial mexicana, pero ya se verá cuando todo esté concretado.

 

• En 2012 recibes el premio de poesía Salomé Ureña, un premio codiciado por cualquier dominicano que se dedique a la poesía. ¿A qué te impulsa ese reconocimiento?

Pues me impulsa a seguir escribiendo. Un reconocimiento es grato, claro, pero lo que viene después es más de lo mismo, es seguirle, intentar seguir escribiendo, ponerle ganas como siempre porque escribir es una posibilidad y, por tanto, no escribir también lo es.

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• ¿Cuál ha sido el mayor reto que has tenido que enfrentar como escritora y como ser humano fuera de tu país?

Como escritora el reto es diario. El reto es, como ya te dije, continuar escribiendo, publicar, leer mucho, hacer proyectos, esas cosas.

Como alguien fuera de su país, eso ha sido un poco difícil; he tenido que enfrentar muchas situaciones sin el apoyo familiar; y al principio, sin el apoyo de muchos amigos; te puedes sentir súper abandonada, aislada de muchas formas.

También te das cuenta que la vida sigue ocurriendo en casa, tus papás siguen viviendo, tus hermanos, aquella ciudad se mueve sin ti y sentir eso es duro al principio, saber que no eres indispensable para el suceder de nadie, que a pesar de tu ausencia la gente que más te quiere sigue con su vida, porque claro que no tendría que ser de otra forma, pero esa certeza, cuando aparece así de sopetón, es como un desencuentro, hay una desolación.

 

• ¿Qué opinión tienes sobre las editoriales de auto publicación?, sus pros y sus contras, si los ves.

No lo sé, no veo nada malo en ello, si tienes una editorial y quieres publicar tu libro por qué no hacerlo. Es diferente, para mí, cuando haces una antología o una selección. No es buena onda incluirte en ésta.

No puedes autoseleccionarte así, pienso, pero a veces es necesario, cuando se trata de hacer un compendio de autores de una generación a la que el compilador pertenece, quizás en esos casos es prudente hacerlo.

 

• ¿Qué hace que una editorial tome en cuenta el trabajo de un escritor?

A veces el talento, un buen libro, una voz diferente. En los casos de la mayoría de las editoriales grandes también es importante la posibilidad de mercado, la certeza de que venderá, de que es rentable.

 

• Ser poeta es…

descentrarse, errar, fracasar, andar descalzo, frecuentar bordes, decir.

 

• Sirve de algo la poesía en estos tiempos?

la poesía no sirve para nada, no influye en la bolsa de valores, no pronostica tormentas o huracanes, no rescata perros callejeros, no quita el hambre, ni impide la colonización de los territorios; las cosas sirven porque funcionan, porque sostienen, porque son concretas y permiten o facilitan que algo se haga, porque están definidas para hacer o lograr una cosa u otra, la poesía no hace nada de eso, no es algo abarcable, no en ese modo; pero cómo me angustia pensar lo qué sería el mundo sin la poesía, ni siquiera es algo pensable, es como intentar visualizar físicamente la desaparición total del planeta, de todo lo que conocemos, de todos los seres vivos, uno no puede imaginarlo ni siquiera, el lenguaje no te deja.

 

• ¿Cuál es tu mar ahora que no estás en la isla?

Ahora me gusta más tener la palabra mar, las evocaciones que trae, las fábulas que deriva.

 

• Cuando se habla de  escritores y  poetas que han sido fundamentales en el siglo XX y en este, ¿quienes vienen a tu mente?

Joyce, Kafka, Faulkner, Carson McCullers, Thomas Mann, Dylan Thomas, Ginsberg, Simic, Jabès, Lorca, Vallejo, López Velarde, Gilberto Owen;  ya más contemporáneos: Rafael Cadenas, Francisco Hernández, Antonio Gamoneda, Raúl Zurita, Juan Carlos Mestre, María Negroni, Eduardo Milán, también Toni Morrison, Margaret Atwood, Louise Glück.

 

• ¿Hacia dónde te diriges ahora?

Bueno, ahorita voy al cine a ver una película belga que se presentó en el festival de cine de Morelia…

Aquí hace una páusa para reír,

…Mira, no lo sé, no tengo la menor idea.

 

 

Poemas de Ariadna Vásquez

 

Una mujer puede perder la falda en un baño

Una mujer puede perder la falda en un baño. Puede entrar con ella puesta y antes de salir, perderla. Una mujer puede dejar ir la falda por uno de sus huecos, extender el vacío de la prenda, abrir esa puerta. Una mujer es capaz de irse, camino hacia el desagüe de su falda. Después de todo es suya la ropa, es aquello que ella puede quitarse si quiere, desprenderse sin intervenciones ajenas. La falda puede ser su narrativa negativa, su forma de demorarse. Ella puede decir: aquí me detengo. Es decir, la falda es elevada para que ocurra la orina y puede que no regrese a su sitio tras completarse el acto. Se puede, por ejemplo, integrar al cuerpo, volverse demasiado útil para las costillas. Subir y bajar la falda es una forma del tiempo; es abierta la falda, su eternidad está arriba y abajo, también en el instante de su fuga. Es que es ahuecada la falda, se escapa por ambos lados, por ello se pierde, es fácil su extravío.

 

LO PERDIDO

Una ensoñación sigue a la pérdida.

En la justeza del instante, cuando se pierde la primera vez, las palabras se exilian en la nuca y llega el sueño. El letargo se apodera de la casa.

 

Escucha, hombre que asiste a su primera pérdida: se trata de ir perdiéndolo todo… todo. El habla es lo primero y lo último perdido. El lenguaje se muda ante la primera derrota.

 

Al cuerpo, como al deseo abandonado, se le van cayendo las ganas de nombrar, de traer el calor a la habitación, a la espalda.

Ante el primer abandono, los objetos ya no se presentan frente al mismo rostro. Somos otros y aquellos que fuimos huyen llevándose dientes y lenguas.

Los brazos se desprenden como hojas podridas y las piernas se derriten, la sequedad se las traga. Queda en ellas la nostalgia de un camino que juramos haber recorrido. Y aquella sensación de ser piernas y brazos y lengua, como ese presentimiento de sus miembros que tienen los amputados.

Aún queda una fe necesaria.

 

Rogamos permanecer intactos ante el polvo y el tiempo. Pero sentimos una verdad: morir es lo de menos.

En el ir hacia morir se pierde el hogar, la lumbre, los piojos, el amor y la lluvia, la madre y el caballo, las hojas cayendo sobre la hierba, la escritura y el dolor; se pierde el dolor ante el dolor.

 

Hombre, ni siquiera el miedo, sobre todo el miedo, no te salva. Te resguarda la voz y un poco más las ganas. Pero nada nos salva de perderlo todo. Tal vez la poesía: irlo perdiendo todo y en el devenir, decirlo, iluminarlo con la música, el poema, las manos; pronto y desesperados, porque su soplo se esfuma y ya no hay hogar que lo aloje, a no ser el ensueño.

 

Quizás en el sueño, en su misterio, lo perdido permanece insostenible.

En el sueño y su memoria, que poco a poco olvida lo que trajo su equipaje, que poco a poco eleva aquello que jamás fue traído.

 

YANKA

A Yanka le gusta nombrar los pájaros./ Los atrapa en las tardes,/ los encierra en cajas de zapatos,/ los huele, / entrada la noche/ ella les pone un nombre,/ desde Filemón a Melvin,/ Pamela, Hélida, Gemima o Carmelito./ Yanka, que no conoce de nombres,/ los nombra con esa boca llena de hojas secas,/ como regalándoles un nido o un refugio entre los dientes.

Yanka le mira la cara a todos sus hijos, / y reconoce la espalda de demasiados nietos,/ ahora lleva los ojos enfermos,/ y repite una misma historia de la nieta que quería ser como ella,/ la repite por las tardes/ con la misma taza de café oscuro en las manos,/ la misma batita blanca con rosado/ el mismo humor prolongado / la misma trenza que ella envuelve en un moño y cae/ y envuelve y cae/ y envuelve con sus manos/ y cae.

Yanka no sabe ir a ningún lugar./ No ha escapado nunca en tren./ No ha tomado la carretera en autobús/ con la maletita verde sudándole los muslos,/ no ha pisado nunca la nieve,/ no menciona nunca la nieve,/ ni todos los puentes que no conoce,/ no menciona nunca nada con la boca,/ a no ser los pájaros/ y la nieta que quiere ser como ella,/ la geometría del suspiro le condena las piernas,/ presiento que eso dice de los viajes,/ que tiene la bitácora de las ballenas entre los ojos,/ y que a todos lados iría a perderse y para qué/ Yanka suelta los pájaros una vez que los nombra./ Dice que sueña con ver a uno/ uno solo/ que venga a despedirse entrada la noche,/ a la hora tibia de la muerte.
Yo digo que Yanka morirá en el aire,/ que escuchará su nombre en el andén/ y tomará el camino de los pájaros migrantes/ y viajará toda la muerte/ toda la hora oscura/ con las piernas colgándole como ramitas secas,/ con nidos arropándole las manos.