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Por Juan Dicent
 
Siempre que una especie se introduce a un habitat, medio organizado ya por par de décadas, las especies que lo habitan anhelan vehementemente que la misma no cause un problema muy grave, porque el guaraguao es un pájaro inocente, pero si usted suelta uno en el cielo newyorkino, después que haya despertado de su nota de pastillas de dormir con ron, un mediodía de un verano sin mucha humedad, no será grata la sorpresa rapaz que encontrarán los cardenales, los azulejos y otras avecillas, para no mencionar las palomas que son una peste, inocentes también, pero son una peste.
 
Es mejor introducir la Amazona ventralis, mejor conocida por la plebe irrespetuosa del Latín, y del Griego también, por el mote vulgar de placer efímero: Cotorra. No tratará de comerse a nadie que no sea un guineo; aunque algunos buhos rubios la considerarán demasiada bullosa y parlanchín; aunque le cueste mucho llegando Octubre y para no morir bajo nieve tener que volar muchas millas hacia Miami rompiendo a cada rato la ordenada V de los patos, poniéndolos nerviosos allá arriba en las nubes con sus Cuca cuero, Cuca cold.
 
 
Juan Dicent