tattoo

Por Bernardo Jurado

Boulevard de Fort Lauderdale, en el bar Rock Star, al aire libre y frente a la calle, observaba, como en una vidriera, los espectáculos individuales, un verdadero experimento social. Me dediqué a entender mi ignorancia en materia de carros, porque pasaron por allí una suerte de aeronaves espaciales, convertibles o no, de marcas y modelos nunca antes vistos por mí, pero todos mostrándose, pantalleando, luciéndose.

Al lado una discoteca (y eran las tres de la tarde), donde las personas entraban vestidos y salían vistiéndose, yo quería entrar y no me dejaron y tampoco me creyeron que era por simple y sana curiosidad periodística, para poder escribir.
 
Los tatuajes decían como en las tribus, los mensajes de agresividad que se quería y mientras me refrescaba con una sana cerveza, los tragos multicolores servidos en copas extrañas, iban haciendo levantar las voces licoradas. Eran pequeñas fiestas en un espectáculo general.
 
No existía racionalidad ni prudencia. Se celebraba algo que yo no entendía. Un grupo de turistas hindúes a mi espalda, gritaban cosas, después de ingerir sus brebajes, sólo uno de ellos se comunicaba en inglés con el camarero, pero los americanos también gritaban….todos gritaban!!!, los grupos de motorizados, hacían rugir sus aparatos, como si la gasolina fuera gratuita, los Porches, Ferrari, Mercedez Benz, Lamborghinis, hacían que me diera pena manejar mi vehículo. El nivel de ruido era realmente ensordecedor, pero parecía que el único incómodo era yo, (no sé si por el ruido o porque no me dejaron pasar a la discoteca).
 
La apologética es la parte de la teología que se ocupa de demostrar la credibilidad racional e histórica de la fe cristiana.
 
Durante el mutis, que me impuse, para poder observar, me pude dar cuenta de cuan alejado estaba todo el escenario que me circundaba, de las cosas imperecederas, porque todos esos musculosos de treinta, que bebían para perder el conocimiento, todas las bronceadas y delgadas figuras, de minúsculos pantaloncillos y protuberantes senos, que bebían para perder la cordura con los musculosos, no hacían otra cosa que celebrar que los viéramos, era un teatro, un drama y una loa al ego. Nadie hablaba, solo se mostraban y yo pensaba en la racionalidad y credibilidad de la fe, porque recordé a Sodoma y Gomorra.
 
No crean que nunca participamos en alguna fiesta de corte un tanto irregular, pero es que lo que ví ayer era sobredimensionado en la conjugación de la tontería, tampoco soy un moralista, ni un monje del Tibet, no.
 
Prefiero el Teodrama, que es el papel en el drama y la obra de teatro de Dios, que el Egograma, que son esas obras individuales muy alejadas del creador y que a mi juicio dejan mas vacío que alegrías, mas resaca que salud, mas tristeza que sosiego, en fin es como un estudio de la mitología comparada, porque narciso estaba presente y discordia llevaba de la mano su manzana.
 
 
fernando-jurado13