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Por Ramón Saba

 

Franklin Mieses Burgos nació en Santo Domingo el 4 de diciembre de 1907 y murió en esta misma ciudad el 11 de diciembre de 1976.

Fue uno de los primeros en integrar el movimiento literario denominado Poesía Sorprendida que según explicaba nuestro postumista Domingo Moreno Jimenes, su origen se produjo gracias a su iniciativa (la de Moreno Jimenes) en contubernio con el poeta chileno Alberto Baeza Flores y el dominicano Mariano Lebrón Saviñón , luego estos dos últimos se reunieron con Franklin Mieses Burgos, Freddy Gatón Arce y el poeta y pintor  español Eugenio Fernández Granell y, bajo el lema de “Poesía con el hombre universal”, dejaron formalmente constituido el grupo.

Los más relevantes integrantes de este movimiento que acabó liderando Mieses Burgos fueron Rafael Américo Henríquez, Manuel Llanes, Manuel Valerio, Freddy Gatón Arce, Manuel Rueda, Mariano Lebrón Saviñón, Antonio Fernández Spencer , José Glass Mejía y la única mujer fue Aida Cartagena Portalatín, cuyo período de acción se enmarcó entre los años 1943 al 1947.

Considerado por muchos como el mejor exponente de la poesía dominicana por sus poemas cabalmente elaborados que incluyen formulaciones populares extremadamente musicales (como es el caso de sus poema-merengue Por dentro de una noche) , poseedores de una lírica que se ajusta fácilmente tanto a los cánones de la poética medida como a la versificación libre, salpicada ambas de las más hermosas metáforas y plenos de unos matices sensuales de corte surrealista, donde se descubre su maestría en el manejo de temas de carácter social, político o filosófico.

Sin embargo, nuestro escritor Máximo Vega considera que “se exagera cuando se intenta asumir a Franklin Mieses Burgos como el mejor poeta dominicano del siglo XX. La crítica dominicana se enfrenta a una imposibilidad, a una guerra perdida de antemano, como todas sus guerras. Yo, personalmente, desprecio los cánones y los hits parades, y tratar de convencernos de que Mieses Burgos es mejor poeta que Manuel del Cabral, que Pedro Mir, Manuel Rueda o Domingo Moreno Jiménez, me parece una banalidad. Intentar menospreciar a Pedro Mir (ciertamente, un poeta de un solo poema), disminuyéndolo al nivel de “poeta menor”, solamente para ensalzar a Mieses Burgos, es del todo injusto e inútil.”

Por otro lado, Mariano Lebrón Saviñón dijo una vez del autor que nos ocupa que éste era “un poeta entero y también que había en él hondos temblores y emociones. Sobre todo emoción”.

Según Antonio Fernández Spencer, otro de los poetas sorprendidos, “fue uno de los más altos exponentes del tema de la muerte en la lírica dominicana, como se aprecia en la Elegía por la muerte de Tomás Sandoval.”

El reconocido pintor, narrador y poeta Fernando Ureña Rib considera que “en la poesía de Franklin Mieses Burgos resalta una estética plena de aspectos espirituales y sensoriales. La imagen táctil, olorosa, dotada de ciertas tersuras y alusiones musicales, sonoras y visuales hacen de Franklin Mieses Burgos el poeta de los sentidos.”
El veterano escritor Federico Jovine Bermúdez asegura que de Mieses Burgos  “cultivo su memoria de poeta, de hombre de bien y de amigo” y agrega que que este era “El más humano de todos los grandes poetas, grande él mismo y eterno.”

Mientras que Rosa Silverio, poeta dominicana residente en España y ganadora del Premio Anual de Poesía Salomé Ureña 2011, pondera de nuestro protagonista que “Si se analiza toda su producción poética, se verá cómo es capaz de construir un poema a través de la versificación libre, o como es capaz de hacer lo mismo sometiéndose a la versificación tradicional, sin que su trabajo pierda ese toque moderno y actual, pero sobre todo poniendo en cada línea su sello personal, su voz inconfundible, su propio discurso.”

Algunas de sus principales obras fueron Torre de voces, Trópico íntimo, Propiedad del recuerdo, Clima de eternidad, 12 sonetos y una canción a la rosa, Seis cantos para una sola muerte, El ángel destruido, Presencia de los días, El héroe y Al oído de Dios.

Indiscutiblemente que Franklin Mieses Burgos es una de la principales figuras representativas de las letras dominicanas de todos los tiempos, por lo que esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS cierra presentando uno de brillantes sonetos:

 

A la sangre

Agua de soledad, agua sin ruido,
desatado cristal de pura fuente;
agua que va cayendo interiormente
en mi cielo más hondo y escondido.

¿Qué misterioso viento sumergido,
tu natural hechura de torrente
transfigura ideal y simplemente
en un rojo clavel enardecido?

Hay un íntimo dios que te construye.
El mismo dios que lento de ti fluye
por los labios abiertos de la herida.

Vivo clavel humano que perdura
sujeto por la leve arquitectura
de la fugaz estatua de la vida.

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