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Imagen Citlally Miranda

 

Por Juan Carlos Quiñones

A la que me floreció la frase “las sonrisas se escuchan

 La hospitalidad es de las cualidades más honorables

El Corán

Mami qué será lo que quiere el negro

Wilfrido Vargas

  

Yo no bebo cerveza.

Algunos días -cuando mi fragilidad mental o los estragos etílicos me lo permiten (en ese ahora que es el antes desdichado de esta escritura buena, linda)-salgo de la cueva más o menos cúbica que es mi cuarto (que tiene un no sé que de la arquitectura del Dr. Caligari) y me voy desnudo a la cocina/sala/comedor/biblioteca de desgraciado, no mas de 20 libros, abro la puerta que nunca cierra anyway porque destruí la cerradura, y me siento en una silla mecedora a leer. Siempre es de día. O tarde en la mañana o temprano en la tarde. Lo hago así porque la brisa es maravillosa y es poco lo maravilloso que me pasa (en aquel entonces) en la vida. Acaso los libros. La escritura. La amistad. Bolígrafo y libreta a la mano, anoto de mis lecturas por razones de vocación que no vienen al caso. Cuando se dan las condiciones adecuadas es la experiencia más maravillosa del mundo. Cuando se dan unas condiciones imprevisibles puede ser el horror. De día.

Uno de esos días divinos y en el que por suerte no estaba desnudo leía un volumen sobre Freud. Era el tercer volumen de una maravillosa biografía sobre Freud, especificamente el tercer volumen de una obra monumental titulada “The Life and Work of Sigmund Freud” volume 3. The Last Phase, 1919-1939. Escrita por Ernest Jones, M.D. New York, BASIC BOOKS, INC. Publishers. Firs Edition, Copyright 1957, by Ernest Jones, All rights reserved. Dato curioso: Jones le dedica el libro a Anna Freud, TRUE DAUGHTER OF AN INMORTAL SIRE. Específicamente estaba leyendo el capítulo 14 que se titula “Occultisim”

Y bebía

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Es entonces cuando aparece la aparición, a plena luz del día, y se mete sin escrupulos a mi apartamento.

Una advertencia o una especie de politically correctness spoiler alert. Mucho de lo que sigue parecerá racista y xenófobo. Porque el ente que entró a mi apartamento con una sonrisa hermosa y algo brillante en su mano derecha era negro y era dominicano. Ese jucio, viniendo de blanquitos chicos y chicas bien, me tiene sin cuidado. Vivo en Villa Palmeras for christ sake. Y es causa de júbilo el hecho indudabe de que ningún dominicano, ningún negro o ningún dominicano negro se sentirá ofendido sino al conrario. Gozará y reirá hasta llorar. Después.

Igual que la aparición del martillo, esta persona no vive en este edificio. He caminado el barrio hasta la memorización, mis vecinos me quieren y los quiero y yo sé que esa persona no es de este barrio. Lo sé. Cuando se trabaja con seres de carne y hueso que se meten a tu casa sin aviso, sin permiso y si intención clara, mi reacción sería la normal. Tomaría el cuchillo que siempre tengo a mano (tmental titulada “ser el horroraravio ennte de vengo de ser deambulante, recuérdese) me levantaría y gritaría lo siguiente: “mera mamabicho que puñeta tú hace aquí. Coge pal carajo dale si no quieres que te de la puñalá”. Ahí pasan una de dos cosas: o el tipo coge cabeza y se va pal carajo, o se pone guapo y se forma la vaina y yo lo apuñalo o él a mí. Da lo mismo. Pero cuando se trabaja con seres espectrales la cosa fluye de otra forma. Se dice racistamente que de noche un negro se vislumbra por su sonrisa. Las sonrisas se escuchan. Y para un racista temeroso ese debe ser el cagazon del siglo. Pero es de día, la luz es clara, la brisa es rica. En un milisegundo fui esquizofrenico. Me dije ves te lo dije sin reja y cerradura en Villa Palmeras se te van a meter y te van a matar. A todo esto el tipo ríe y vacila como un verdadero pana. Entonces me percato, para mi estupor, que lo que el ente trae en la mano es un six pack de cerveza. Me dice “mire hermano aquí traigo unas frías pa beber un rato y vacilar”. No para de sonreir. Ahí sé tres cosas: este es un dominicano. Este es un negro. Este es un espectro en mi apartamento. Esto quiere decir que el hecho de su nacionalidad ni su color importan medio carajo, como no deben importar nunca. Sí debe importar que este caballero no es de este mundo y está en mi apartamento. Y quiere vacilar como cualquier tíguere. Recurro a una normalidad absurda. Le digo tíguere, dame el six pack pa ponerlo en el refrigerador. El ente arranca dos cervezas, me da una y las otras cuatro van para el refrigerador. Yo le digo “hermano no tengo mucho que ofrecer, tengo un queso ahí unas galletas”… El aparecido responde “no no no, ute no se apure que nosotro no comemo”.

Pero beben, pensé yo.

Se sienta al otro lado de la mesita y empezamos a hablar y a vacilar. La misma vaina que uno habla con un tíguere, con hermano de sangre. Que si las hembras, la bachata, los libros “a pero a uhté le gusta leer. ¿pa qué?” Yo no tengo respuesta a esa pregunta. Todavía.

No recuerdo nada de lo que hablamos. Recuerdo que nos reímos como dos cabrones, que fue un vacilón, y fue el modo en que me gustaría que fueran las tardes con un amigo. Horas. De vez encuando se levantaba y traía cerveza. El era fantasmal y se entiende que beba lento pero yo no tengo excusa. Pasamos la tarde vacilando y bebiendo y hablando. Maravilloso. Amistad.

Dicen que todos los gatos son pardos en la oscuridad. No se puede decir lo mismo de los tígueres, que brillan en la noche y en el día. Recuerdo preguntarme, turbio de alcohol, si este ser fue uno vivo que murió en cuerpo y sigue dando trastasos. O si existía una República Dominicana extraterrestre y de ahí provenía. Pensé que podía haber un Puerto Rico estrafalario y sideral y ahí era que yo estaba. Llegué a pensar que el fantasma era yo.

Como pasa en todas las dimensiones siderales, se acabó la cerveza. El tíguere fantasmal exclama “pero pérate un momento. Se acabó esta vaina. Epérame aquí que voy a bucá do má”. Borracho le pregunto “¿dos cervezas?” El aparecido ríe a carcajadas y dice “no ombe no ¿pero cómo va a sé? Dos six packs pa seguir la jodedera. Vengo ahora”. Sin encomendarse a nadie salio igualito que entró y se fue. O desapareció. No estoy seguro ¿cómo salió sin llaves? ¿cómo entró sin llaves? Misterio. Prendo un cigarillo y pienso en todo esto. El tipo nunca volvió y no lo he visto en el barrío hasta el día de hoy. Tíguere maldito sobrenatural.

En cualquier momento espero con beneplácito u horror la visita de un aparecido del Ku Kux Klan. Encapuchado, ya era fantasma y mentira en vida. En existencia espectral debe ser interesante. Espero que venga con un six pack de Old Milwakee y me deje las chapas. Pero vestido de fantasma en vida, será el fantasma más cómico del mundo. Por su racismo espectral y porque nunca se verá su rostro, que es la prueba más feaciente de la cobardía. Pienso preguntarle sobre el aparecido negro. Nunca veré sus ojos ¡Qué suerte!

P.S.

Algunos y algunas recordarán la novela “The Time Machine” de H.G Wells. Días después de la visita, inusitada e increíble del aparecido negro y dominicano, mi puerta seguía inservible y mi portón continuaba desprovisto de candado. En esos días recibí otra visita, esta vez humana, esperada y por invitación. Un amigo. De carne y hueso. De cariño y de inteligencia. Yo me senté en la mecedora de siempre y mi amigo ocupó la silla que antaño había ocupado el espectro. Encontré esta simetría algo grotesca. Le cuento la experiencia, no sé exactamente porqué. “

“ningun espectro”-dijo. “Ningún aparecido de cualquier raza, color y abolengo estuvo aquí. Estabas borracho. Alucinaste todo el evento. Arregla la cerradura y pon el candado, porque la próxima visita va a ser de gente que no vienen con six packs ni con sonrisas sonoras, sino con armas y después de la visita inusitada te van a robar todo lo posible, que es casi nada, pero estamos en Villa Palmeras. No lo olvides. Posiblmenente matándote en el proceso” “Si eso pasara, te aseguro que no serán dominicanos”-le respondo.

En la novela de Wells, el mismo protagonista duda de la veracidad de sus viajes temporales. ¿Serían reales las visitas a un futuro lejano y distinto? ¿O serían los desvaríos de un loco? La duda se disipa al descubrir una flor imposible pero tangible venida al presente de siglos venideros. Es la evidencia de que todo fue real. Indiscutiblemente real.

Yo no hago drama. Le digo a mi amigo que abra el refrigerador, como se le complace a un niño mirando debajo de la cama para comprobarle al niño que no hay un monstruo allí ni en ningún sitio. Abre el refrigerador con un gesto de cansancio y un suspiro que, viendo el contenido se convierte en estupor. Abre los ojos bien grandes pero se reprime una interjeccion. “Pero es que tú no bebes cerveza”- me dice. Yo afirmo sin decir palabra. Mi amigo mete la mano en el refrigerador. Agarra un objeto y hala. Duro. Aquello estaba congelado en el suelo del refrigerador. Lo arranca y lo mira estupefacto. El mundo ya no es el mismo para él. Mi amigo tenía en la mano el aparato de plástico que mantiene juntas a las cervezas. El que mata los delfines y las tortugas en el mar. Tenía lo que se llama en español correcto unos anillos plásticos de cerveza. Tenía en su mano lo que se conoce en slang inglés un six pack ring o un six pack yoke. Tenía en su mano la prueba indiscutible de algo que no podía ni debía ser. Tenía en su mano la rosa imposible.

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II. Primera aparición

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