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Visito el concurrido barrio de Allapattah, un pequeño Santo Domingo que vibra a unos minutos de downtown Miami. Allí los salones de belleza, las barberías, los restaurantes y las reposterías se exhiben de cuadra en cuadra.

Un dominicano tras otro sale de los establecimientos comerciales esparcidos por las las pintorescas calles, mientras que algunas iglesias reciben a sus feligreses o una mujer con rolos se aventura a comprar una funda de pan de agua en Nitín Bakery, antes de que llueva.

Así transcurren los días en este pedacito de Miami donde se siente la mezcla de culturas, propia del sur de la Florida y donde los dominicanos pueden encontrar, con facilidad, un refresco merengue, un chivo guisado, un bizcocho con suspiro o una bachatica a todo volumen para celebrar que es viernes o lunes.

La doña de los rolos que conocimos en pleno cruzar de calle nos asegura que en Nitín elaboran el mejor pan de agua que ha probado desde que llegó de Nagua en el 2009.

“Muchacha, yo no había vuelto a comer pan de agua hasta que unos vecinos me dijeron que aquí había. Viví unos años en Fort Myers con mi hermana, pero me mudé hace tres años por aquí. Y ya tu me ves cruzando a la repostería a buscar mi pan”.

Entramos a Nitín con ella y a parte de probar el exquisito pan de agua que ellos le venden a su clientela, entre la que resaltan algunos negocios de chimichurris y restaurantes, también me permitieron ver el proceso de su elaboración. Un trabajo artesanal que cada día se traduce en miles de unidades que se agotan rápidamente.

En tiempos de mi niñez, José, el panadero, era quien recorría las calles de mi barrio en su triciclo con el pan recién sacado del horno, hoy lo recuerdo, mientras saboreo ese pedazo de mi infancia en Hallapattah.