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©Por Glenda Galán

A raíz de la visita, a Miami, del escritor y periodista Jorge Volpi, el tema de la “desaparición” de la literatura Latinoamericana, quedó sobre el tapete. La conferencia, dictada por el escritor mexicano, consitó gran interés en el público asistente al  Centro Cultural Español de Miami. Por tal motivo, conversamos sobre este tema con el, también mexicano, Antonio Ortuño, uno de los escritores mexicanos más valorados en la actualidad.

–Antonio, ¿Cómo percibes la literatura latinoamericana en estos tiempos?
–Hay que distinguir, me parece, las literatura que se hace en América Latina de la industria editorial latinoamericana. América Latina es un área fértil para las letras en la medida en la que es convulsa, paradójica, en la medida en la que se desfasa de las tendencias hegemónicas de la literatura “mundial” sin perderlas de vista. Su industria editorial está mayoritariamente zambullida en la mecánica de los best sellers pero hay cientos o miles de voces singulares que escapan de esa camisa de fuerza.
– ¿Crees que se ha perdido el sentido de lo que es una literatura latinoamericana como tal? 
–No existe, ni ha existido nunca, una literatura latinoamericana entendida como un bloque homogéneo. Hay demasiada variedad y distancia en el uso del idioma, en los intereses, en las influencias… El boom, recordemos, no fue una escuela estética sino una suerte de comunión (más o menos) amistosa entre figurones. Pero no hay modo de confundir a Cabrera Infante con Cortázar o a Vargas Llosa con García Márquez. Aquel fue un momento excepcional por la atención que se le brindó a escritores excepcionalmente dotados para interesar al común de los lectores y con la suficiente ambición y presencia para ejercer como figuras públicas relevantes.
–¿La literatura proveniente de países latinoamericanos ha dejado de interesar en otras partes del mundo?
–El mercado editorial occidental pone en el centro a los escritores europeos y estadounidenses, como ha pasado siempre. No creo que los méritos de las letras latinoamericanas pasen por “ponerse de moda”. E incluso si sucede, como en el caso reciente del fenómeno Bolaño, eso no tiene una importancia estética.
–¿Percibes en la actualidad algún punto de conexión entre la literatura de un país latinoamericano y otro? ¿Cuáles serían esos puntos de convergencia?
–Existe una suerte de interés o curiosidad entre algunos por leer y conocer lo que se escribe en otras partes de América Latina. No sé si pueda considerarse un impulso mayoritario. Desde luego que menudean quienes no piensan más que en Nueva York y París y Barcelona y no leen latinoamericanos pero se chutan al menor de los gringos con admiración reverente. Esos también han existido siempre. El cipayismo es eterno.
–¿A qué se debe el hecho de que los libros de autores de un país latinoamericano no son leídos en los otros países latinoamericanos?
–Hay un asunto editorial muy claro: el mercado es dominado por los grandes sellos y los grandes sellos se limitan a publicar autores de un país en ese país, a menos que vendan veinte mil libros. Aunque parezca mentira, prefieren no arriesgar los costos de impresión local o de transporte de libros que inventir en vender sus títulos en otros horizontes. Internet y ciertos sellos independientes han ayudado a que ese muro creado por las editoriales se reblandezca un poco.

–Como escritor, ¿das importancia al hecho de pertenecer a América Latina o no es algo que te preocupa demasiado?
–Escribo en español y me siento cercano a muchos escritores latinoamericanos. Y mi principal interés como narrador es ser leído en América Latina. No puedo, claro, hablar por nadie más.

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Antonio Ortuño (Guadalajara, México,  1976). Es autor de las novelas El buscador de cabezas (Joaquín Mortiz, 2006), Recursos humanos (finalista del Premio Herralde de novela, Anagrama, 2007), Ánima(2011) y La fila india (2013), así como de los libros de cuentos El jardín japonés (Páginas de Espuma, 2007) y La Señora Rojo (Páginas de Espuma, 2010). El periódico Reforma eligió su primera novela como mejor debut en la literatura mexicana de 2006. Sus libros se han traducido al francés, al rumano y al italiano. En octubre de 2010 fue elegido por la revista británica “Granta” como parte de su listado de los mejores escritores jóvenes en lengua española1 y la edición mexicana de la revista “GQ” lo eligió como escritor del año. En noviembre de 2010 apareció en España y México su segundo libro de relatos La Señora Rojo. En el 2013, es incluido en la antología No entren al 1408 en homenaje a Stephen King.