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©Por Gleda Galán

Transcurrían los años noventa cuando una de las obras expuestas en la vitrina de una galería de arte llamó poderosamente mi atención, al punto de que olvidé hacia dónde me dirigía y entré al local que exhibía varias obras del mismo artista. Ya en el interior, el galicista Lyle O. Reitzel salió a mi encuentro y no solo me habló sobre la provocativa obra que contemplábamos, sino que me presentó a José García Cordero (Chichi), la mente y las manos creadoras de aquellas pinturas que no dejaban de asombrarme. Así nació mi admiración por Chichi Gacía Cordero quien, además de ser un consagrado artista dominicano, es ese ser humano sensible e inteligente que advertí hace dos décadas a través de su obra.

Este humanista residente en París, desde hace más de treinta años, aún añora y disfruta, durante varios meses del año, los amaneceres frente al mar y los paisajes que han poblado su obra. Aprovechando su visita a Miami tuve la oportunidad de compartir con él durante varios días, en los que amablemente me concedió esta entrevista que es una ventana por donde se cuela un destello del mundo interno que genera su obra.

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• ¿En qué momento de tu vida sentiste el despertar artístico? ¿Hubo alguna etapa en especial que marcó ese despertar?

Hay muchas etapas, sobre todo en la que descubro el arte. Yo descubro el arte a través del arte popular en Santiago, los globos de la virgen de la Altagracia, el carnaval  y algo fabuloso de lo que me doy cuenta ahora; el árbol de navidad.

• ¿Porqué el árbol de navidad?

Mi madre instalaba un árbol de navidad fabuloso, ella le ponía lucecitas con pelo de ángel y aquello creaba una atmósfera mágica. Es un recuerdo profundo. Todo cambiaba en Santiago, todo se decoraba y entrábamos en una etapa donde todo tenía una finalidad estética. La comida, las hojas en la mesa, los globos, las flores de pascua. la actitud de la gente, las decoraciones en la calle; todo aquello se llenaba de arte. La música especial de navidad media nostálgica, también formaba parte de todo aquello.

• ¿Esa estética despertó entonces en ti al artista?

Sí, eso y el carnaval de Santiago que era muy intenso, en el que vestirse era algo sumamente importante. Yo me disfracé de lechón enormemente, para lo que me hice confeccionar mis trajes. Después vinieron los bailes. Nosotros bailamos desde la infancia, pues en Santiago había bailes de niños, para adolescentes y para adultos y yo bailé en todas las etapas de mi vida, disfrazado para el arte de bailar.

• Tu primera exposición se llevó a cabo en Casa de Teatro, ¿qué significó para ti el celebrar hace poco los 40 años de esa casa cultural?

Algo impresionante, son de ese tipo de cosas que uno no se las cree. Uno piensa que el tiempo nunca va a pasar y de repente te llega una calma profunda. Tu has hecho algo que nunca pensaste hacer, pero lo has hecho.

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José García Cordero en el aniversario de los 40 años e Casa de Teatro.

• ¿Entonces tienes 40 años en el arte como Casa de Teatro?

Unos dos años más en la práctica artística, pero en el arte: toda la vida. Desde mi infancia en Monte Cristi, los paisajes, la mística, la luz. Desde niño yo siento la metafísica. Soy animista, siempre he visto a los árboles como seres vivos, las piedras, los paisajes, todo tiene vida propia.

“Para representar la muerte hay que tener una capacidad de desapego profunda, o sea no se puede tener miedo a la muerte para representarla como yo lo hago”.

 • Hablando del árbol de navidad, cuéntame sobre la obra “Árbol de navidad mexicano” que presentaste en Miami en homenaje a los 43 estudiantes desaparecidos en ese país latinoamericano.

Es lo peor que le puede pasar a un ser humano, ver a sus hijos morir…Tengo más de cuatro años trabajando sobre el tema de la muerte y la ultima colección que estoy preparando tiene que ver  con la carabela, la ironía de la muerte y la violencia social.

La representación de la muerte es muy irónica para mí,  pues para representar la muerte hay que tener una capacidad de desapego profunda, o sea no se puede tener miedo a la muerte para representarla como yo lo hago. No quiere decir esto que me quiera morir.

• ¿Qué has aprendido de ese enfrentamiento con la muerte?

Es muy cierto lo que dicen de que quien teme a la muerte teme a la vida y como me gusta mucho la vida yo acepto la muerte como algo que es inevitable y que al mismo tiempo le da un motivo a la existencia. Si no hay muerte no hay existencia, estamos vivos porque vamos a morir. Si fuéramos eternos esto sería otra cosa. La sensación del tiempo que pasa es una de las sensaciones más vertiginosas que puede sentir un ser humano, algo que los animales no sienten. Ese sentido de que somos mortales es lo que nos permite vivir como vivimos.

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• ¿Qué significa para ti saber que tu obra sobrevivirá a pesar de tu muerte física?

Es algo en lo que no pienso. Yo no quiero, ni no quiero que perdure. Yo hago el trabajo que hago porque me gusta hacerlo, y haría lo que sea para hacerlo. Si tengo que pagar para hacer lo que  hago,  pagaría. De echo lo hice durante mucho tiempo. Yo trabajé para poder pintar y ahora pinto y vivo de lo que hago.

• ¿Cómo es tu proceso creativo día a día?

El día empieza con una caminata de hora y media en el bosque de Vincennes, eso es regular y cotidiano. Camino con bastones nórdicos que es una disciplina muy buena y luego sigo al taller, allí paso unas nueve horas.

Cuando estoy en período de trabajo lo hago todos los días incluyendo fines de semana, por meses y  meses y  paro de vez en cuando para pescar en Monte Cristi o para esquiar en mi casa Auvergne. Pero mi vida cotidiana es trabajar. Yo pinto todos los días del mundo cuando estoy en el taller.

• ¿Qué lugar de República Dominicana tiene en tu memoria un lugar especial?

Monte Cristi, porque fue el paraíso de mi infancia, lleno de caracoles, chivos y ramas secas. Pero había algo muy especial: el silencio. Yo le temía. ¡Todo estaba tan callado!

Íbamos a la playa a las 6:30 de la mañana costumbre que aún conservo.

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• Hablando de tu familia, ¿qué significó para tu madre tener un hijo artista?

Eso es muy complejo. Ella lo vivió con mucho trabajo, tardó unos veinte años hasta lograr entender que era algo viable.

• ¿Y cuando decidir irte a París cómo lo tomó ella?

Muerta de miedo al igual que yo. Yo quizás tenía más miedo, pero ese miedo era inferior al miedo de quedarme viviendo en el país en la época de Balaguer, que fue la parte más oscura de mi existencia, solo comparable con la que estamos viviendo ahora.

•¿Se refleja eso en tu obra en la actualidad?

Si, el miedo político, el miedo al abuso, al crimen, a la impunidad. Nosotros vivimos momentos muy extremos en esa época. Vi mucha gente muerta, amigos asesinados, es algo que aún duele, eso no se olvida. Esos 12 años yo los viví duramente, sobre todo del 70 al 78 que fueron años donde ya tenía una consciencia política formada; ya no era un adolescente. Cuando mataron a Orlando Martínez, acabó una etapa de mi vida y es parte de lo que me conduce a vivir en el exterior.

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“Yo sabía lo que iba a hacer en París, lo que no sabía era cómo lo iba a hacer”.

• ¿Cómo fue ese cambio del trópico al frío de Europa?

Ya había imaginado de sobra lo que quería hacer en París gracias a Julio Cortázar y a muchos otros escritores y cineastas que me abrieron la brecha. Yo sabía lo que iba a hacer en París, lo que no sabía era cómo lo iba a hacer, o cómo lo soportaría; pero tenía tantas ganas de irme, que fui y quemé las velas.

• ¿Cómo lo hiciste?

Pasé de trabajar en una oficina con aire acondicionado en la que ejercía la arquitectura a limpiar pisos para poder asistir a la universidad y  estudiar historia. Luego estudié documentación, algo que me ha ayudado en mi carrera de artista.

• Si no fueras artista, ¿qué otra profesión te habría gustado ejercer?

Yo pude como te digo, haber sido documentalista; pude haber documentado la realidad social con mucha agudeza, como un ensayista, pues me gusta escribir y he publicado algunas cosas pero por diversión.

•Háblame del proyecto que piensas llevar a cabo en Cabarete, ¿cómo nace la idea y cómo piensas materializarla?

Yo conozco muy bien Cabarete . Pasé muchos momentos de mi adolescencia en Sosua. Me gusta mucho su luz seca, amplia y esplendorosa. Uno tiene la impresión de que ese es el lugar más feliz del mundo, ¡Es la luz del bienestar!

Allí estoy construyendo dos talleres y dos apartamentos para recibir artistas, la idea es crear un lugar donde la gente llegue a trabajar. Hacer intercambio entre parisinos, algunos canadienses, gente de Miami y de Santo Domingo, a las cuales también invitaré a París cuando yo esté en Cabarete. Alguien tiene pues que ocupar mis espacios en París o en Cabarete cuando yo no esté, para evitar un vacío de creación, pues como te dije soy animista y eso es algo importante.

“Creo en el discurso de la cultura, en la clarividencia de las cosas que se dicen y sobre todo lo que produce el bien”.

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• ¿En qué crees?

Creo en el discurso de la cultura, en la clarividencia de las cosas que se dicen y sobre todo lo que produce el bien. Un discurso culto positivo produce cosas buenas, hay mejoría y entendimiento. Creo que eso es fundamental y eso va desde el amor hasta la comprensión de la muerte. El hombre sin la cultura se la pasaría muy mal. Un humano sin cultura no es nada.

•Un sueño por cumplir

Nadar cada día más. Vivir otra vez a orillas del mar.

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