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©Por Glenda Galán

Con William Navarrete una simple plática se convierte en una experiencia enriquecedora y si hablamos de visitar lugares maravillosos en París, es un guía insuperable.

Formado desde Cuba en el idioma francés, ha publicado en ese idioma, así como también en español; teniendo en su haber más de quince libros publicados y un gran número de artículos difundidos en diversos medios.

Ha sido un privilegio dialogar con este hombre cuya vida y literatura han sido marcadas por cuba y por Francia.

William, ¿cuál es el primer recuerdo que te viene a la mente si menciono la palabra Cuba?

Madre.

¿Recuerdas los libros que más te impactaron en tu niñez o adolescencia?

Noches blancas de Dostoyevski; La cartuja de Parma, de Stendhal; El viejo y el mar, de Hemingway; Madera quemada, cuentos de Augusto Roa Bastos; Madame Bovary, de Flaubert; Les fleurs du mal, de Baudelaire; Voyage au bout de la nuit, de Céline, entre muchos otros. Todos leídos antes de los quince años. Impresionado no, pero deleitado sí, con todos los de Enid Blyton (la colecciónes de Los Cinco y  de El Club de los Siete secretos), que leía siempre con mi abuela.

¿Existe algo que no te permitas como escritor?

No verificar las informaciones o datos que ofrezco cuando se trata de hechos reales. Y algo más importante: no me permito enamorarme de mi propio texto. Sería incestuoso, digo siempre, si consideramos que un libro es como un hijo. Se le quiere, pero no puedes vivir enamorado de él.

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Háblame sobre tu novela Fugas, cómo nace la trama y cómo fue el proceso de su creación.

Fugas es un homenaje a los que han vivido bajo circunstancias de las que escapar es difícil. También incluye múltiples temas que deseé abordar. Evitando caer en el ensayo quise que aparecieran algunos de los tópicos que me han fascinado siempre: ¿Por qué el poder político en Cuba ha estado concentrado desde 1933 (y en el exilio en las últimas décadas) por personas originarias de una misma zona? ¿En qué medida la familia cubana ha imitado, desde el hogar, la estructura del totalitarismo, qué huellas ha dejado este en la psicología colectiva? ¿Qué impacto tuvo en la población la política de “blanqueo’’ de la raza llevada a cabo por el propio poder en diferentes momentos de la vida cubana? ¿Cómo un país desangrado, desmembrado, desarticulado, ha podido ofrecer, e incluso transformar, todo ese desastre en creación artística? ¿Qué misteriosas razones – históricas, geográficas, sociopolíticas – hacen que Cuba sea siempre materia de conversación/pasión desde cualquier ángulo que se aborde?

Y, además de todo ello, Fugas es una deuda con mi propia saga familiar, con mis orígenes y las razones que hacen que sea como soy, que sea lo que soy.

Tienes unos 15 libros publicados, de ellos ¿cuál recuerdas que fue más retador a la hora de escribirlo? ¿Porqué?

El más retador fue mi poemario Lumbres veladas del Sur, publicado en Valencia en 2008. Se trataba de contar el sur de Marruecos, exactamente Marraquech, ciudad en la que había permanecido un tiempo y que me había fascinado. Intentaba penetrar su misterioso halo, compenetrar mis versos con el ruido ambiental, con la atmósfera indescriptible de la plaza de Jamma al Fnáa durante el crepúsculo. Intenté además sacar lo de árabe que reside en el castellano y escribir poemas con la sonoridad y la ‘’ingenuidad’’ edulcorada de la poesía árabe clásica. Recuerdo que en ese tiempo leí toda la poesía marroquí contemporánea, comenzando por Abdellatif Laâbi, Mohammed Sebbagh y Rachid Moumni, entre otros, intentando encontrar los puntos de contacto con la poesía del Al-Andalus en tiempos de la ocupación mora de la península ibérica.

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• ¿Qué opinas sobre los cambios que se han producido en el mundo editorial con el fenómeno de la auto publicación?

Creo que todo evoluciona. Uno de los monumentos literarios de la lengua francesa, el primer tomo de A la recherche du temps perdu (Du côté de chez Swann, 1913), de Marcel Proust, fue rechazado por André Gide (en Gallimard) y publicado a cuenta de autor en Grasset.  Pero no debe confundirse la edición a cuenta de autor con la autoedición. En la primera, el editor ofrece su “savoir-faire” en materia de técnica y divulgación, además de su capital literario entendido en materia de catálogo. En la segunda, el autor se ocupa de todo y en ocasiones puede resultar interesante si el se dispone de los medios para vender y distribuir la obra. Rimbaud y Verlaine fueron también autores que publicaron a cuenta de autor. En autoedición ha habido algunos casos sonados en épocas recientes, pero siempre muy minoritarios con respecto a la hemorragia de ejemplos. Tan minoritarios como los propios best sellers con respecto al mundo editorial tradicional.

¿Cómo percibes desde París la realidad de los artistas cubanos dentro y fuera de la isla?

No se percibe. De vez en cuando una noticia o un libro aporta una idea. Es el caso reciente del extraordinario filme Retour à Ithaque de Laurent Cantet que tiene de coguionista a Leonardo Padura. Fuera de ello, de estos breves momentos, Cuba nunca ha sido tema de preocupación artística para los franceses. Los dos momentos cumbres de la imagen de Cuba en Francia corresponden a dos épocas precisas: los años 1960, tras el triunfo de la revolución, que inspiró a los jóvenes de la generación de mayo de 1968 en Francia y, mucho después, la década de 1990, después de la apertura obligada de la Isla al turismo occidental y del caos del periodo especial en la Isla, cuando se ‘’redescubrió’’ la vieja música cubana, gloria del periodo republicano entre 1940 y 1958.

¿Cómo fue el proceso de aprender a hablar y escribir en francés? ¿Ya dominabas la lengua desde Cuba o aprendiste en París?

Yo estudié francés en Cuba, seriamente, en tres momentos diferentes. Primero, en la escuela primaria (en cuarto grado), donde tenía una profesora que practicaba su francofilia con nosotros y nos daba las mismas clases de francés que ella recibía en la Alianza. Luego, en una escuela de idiomas que solo recuerdo se hallaba después de la avenida 41 en el reparto La Ceiba, cerca del cine Avenida. Y, por último, en la Alianza Francesa del Vedado. En tres ocasiones el francés ocupó tiempo de mi niñez y adolescencia. Claro está, al llegar a París y encender un televisor, me di cuenta que las sonoridades del francés ‘’a la habanera’’ ni se parecían a la rapidez con que desarticula la lengua el hablante parisino. Me costó tal vez un mes adaptarme a la diferencia fonética. Fue un reto escribir mis dos primeros libros en francés (dos libros de ensayos sobre la historia de la música cubana durante la República primero, y en el exilio después, publicados en 2000 y 2003). Una vez escritos y publicados me dije que mi poesía y prosa de ficción escribiría siempre en el español de Cuba, o sea, mi lengua materna. Que el ensayo sería siempre asunto que me gustaría abordar en francés, justamente por la racionalidad o cartesianismo de este.

París es…

Una ciudad que se vive siempre desde el mito, incluso viviendo en ella durante 25 años como es mi caso. Una ciudad que el peso de su historia, de su literatura, cultura, arquitectura, etc. te permite vivirla siempre desde esa otra dimensión como si la estuvieses visitando siempre. Su riqueza es la razón de su arrogancia. Por eso no se ofrece nunca ni aun viviendo en ella. Y siempre se tiene la impresión de que uno está de paso porque aunque te integras a ella la ciudad mantiene siempre una barrera con respecto a ti. Nunca es realmente tuya. Una ciudad maravillosa, solamente comparable (competible, si cupiera el neologismo) con Roma, la Eterna. De hecho solo con la capital italiana aparece oficialmente hermanada. Luz y Eternidad, ¿quieres más?

¿Extrañas algo de lo que significa vivir en Cuba?

Hubiera dicho la brisa marina, la claridad del agua espejo de la vida, pero tengo la suerte de compartir mi tiempo entre París y Niza, capital de la Riviera Francesa y ciudad que tiene uno de los malecones más bellos del mundo pues se despliega con suavidad a lo largo de una ondulada bahía con nombre celestial: ‘’de los Ángeles”. Creo que lo que me faltaba de Cuba lo encontré en Niza y por eso, itinerante, lo mismo estoy en París que en la Riviera, y nunca sé cuando estaré en una o en otra. O solo lo sé cuando la necesidad de mar, de azul intenso, de transparencia, me asalta.

¿Algunas personas hablan de separación entre los cubanos que vive en la isla y los que emigraron, pero qué piensas tú qué sigue uniéndolos como nación?

Bueno, visto el número de vuelos entre Miami y diferentes ciudades de Cuba que se lee en las pantallas del Aeropuerto Internacional de Miami lo de la separación debe ser asunto mítico. Visto la cantidad de disidentes que viene de visita o a impartir charlas en Miami, y luego regresa a Cuba, no entiendo lo de la separación. Es posible que el exilio de la primera oleada, el de la década de 1960, haya cortado puentes con Cuba de forma radical. Es posible incluso que muchos de ellos no tengan a nadie en Cuba. Y aún así tampoco es radical porque tengo pariente, tíos que se fueron en 1960 y van a Cuba a cada rato desde 1979. Todo esto es mucho bla,bla de parte de periodistas y de gente que saca lascas de este asunto pues se ha convertido con el tiempo en un buen negocio mediático, político y económico. La separación, la verdadera, es que cueste diez veces más el minuto de llamada a Cuba que a cualquier otro lugar de América, que no haya posibilidad para un cubano de la Isla de conectarse como Dios manda a internet o de tener una cuenta Skype. Esas son separaciones reales y tienen relación con los embargos psicológicos y reales de parte y parte. La verdadera separación es que yo, siendo ciudadano francés desde hace ya 20 años, tenga que actualizar un pasaporte cubano si deseara ir a Cuba de visita, que me obliguen de por vida a ser cubano dentro de la Isla para controlar mejor mis posibles movimientos en ella (si fuera un día) y para sacarme hasta el último peso.

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 William en la Misión Jesuítica de La Concepción, en Bolivia, 10 noviembre 2014.

 

¿Cuál consideras que sería el mayor desacierto de un intelectual de estos tiempos?

Adoptar una posición radical en cualquier sentido. Todo cambia tan rápido, es tan relativo, frívolo e incierto que no vale la pena desfilar bajo bandera alguna.

¿Tienes algunas referencias sobre la literatura dominicana? De ser así, ¿Qué libros han llamado tu atención?

Marcio Veloz Maggiolo y su famosa Materia prima, aunque mi preferida es La Biografía difusa de Sombra Castañeda, y Andrés Mateo  y Rita Indiana (La estrategia de Chochueca). El caso de Junot Díaz y Julia Alvarez es aparte, me parece. La República Dominicana es un país que significó en mi adolescencia de estudiante de la Universidad de La Habana una apertura al mundo gracias a dos buenas amigas de Santo Domingo que me acompañaron parte de ese tiempo y que fueron (y son) personas maravillosas: Sara Hermann y Paula Gómez Jorge, ambas historiadoras de arte y muy implicadas en el acontecer artístico de tu hermoso país. Ambas, aunque no lo sepan y nunca se los haya dicho, fueron un balón de oxígeno en una atmósfera viciada y enrarecida.

De no haberte dedicado a la literatura, ni al mundo del arte ¿Qué oficio o profesión te habría gustado ejercer?

Editor

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 El escritor en el Palacio de Pilatos, Sevilla, diciembre 2014.

 Si hablamos sobre arte cubano, ¿qué artistas han llamado tu atención en las últimas dos décadas dentro y fuera de la isla?

La tríada de la malograda Belkys Ayón, Marta María Pérez Bravo y Sandra Ramos. De la generación de 1980 Gustavo Acosta, Consuelo Castañeda, René Francisco y Ponjuán. De los actuales me abstengo. Conozco a muchos artistas. No quiero dañar relaciones ni lastimar egos.

¿Está la pintura “pasando de moda” de cara a la multimedia, las instalaciones, la performance o son diferentes medios que convivirán como hasta ahora lo han hecho?

Desgraciadamente. Ya quedan pocos pintores. Hasta yo voy a empezar a hacer performances. Son de tan poca credibilidad que puedes repetir alguno hecho por alguien que nadie se dará cuenta porque nadie lo recuerda. Es el mejor instrumento para que la gente pierda la memoria y para que el arte pierda asideros. Solo perduran aquellos que provocan escándalo, como el caso, en Cuba, de los recientes de Tania Bruguera, abortados o no. Me pregunto: ¿Considerarán los teóricos (casi siempre incultos) del arte contemporáneo que el “no-performance” de Bruguera en la plaza habanera, el que no pudo realizar, es ya en sí mismo un nuevo tipo de performance? Me encantaría oírselo decir a alguno de ellos para pasar un buen momento de risa.

 

Niza, Riviera francesa, 12 de enero de 2015.