arbol

Nuestra primera Navidad en Miami fue la del 1980. Vivíamos una familia de cinco en un apartamento de un cuarto. Mi hermana y yo dormíamos en la sala en unos sofás que servían de cama. Mi hermano solo tenía un año y todavía dormía en cuna en el cuarto con mis padres. La mañana de aquel 25 de diciembre de 1980 fue inolvidable para aquellos niños que éramos entonces.  Al despertar encontramos regalos al pie de aquellas camas/sofás. Una pequeña montaña de paquetes nos observaba forrados con papeles brillantes y moñas multicolores. Un bigotudo llamado Santa Claus había depositado todas estas maravillas en la madrugada y aunque no teníamos chimenea parece que había encontrado la forma de llegar hasta nuestro apartamento. Mis hermanos y yo no atinábamos a abrir los regalos, ya que nunca antes habíamos tenido tantos reunidos.

Desde los 8 años sabía que no existían los Reyes Magos, pero este era un país diferente y este gordito vestido de rojo era americano; todo era posible ahora. Nos tiramos al piso y poco a poco fuimos abriendo aquellos tesoros. Nuestros padres reían mirándonos. Ya casi al mediodía teníamos las camas/sofás cubiertas de cajas con todos lo que nos dejó el americano en casa. Además nuestros amigos, tíos y otros parientes habían pasado cargados de más regalos. Jamás olvidaré el par de patines azules y rojos que enseguida coloqué en mis pies, como tampoco la caída desde la escalera del segundo piso donde vivíamos hasta la planta baja con todo y patines. Mis rodillas se llenaron de sangre y algo raro sentí por dentro mientras trataba de  pararme aguantándome de la escalera.

Mirándolo desde este primer escalón y de esta plataforma de cuarentón, me doy cuenta que esa primera Navidad en Miami fue la más feliz de toda mi vida. Nunca más he vuelto a sentir nada similar.

¿Será que con la caída también se rompió lo último que quedaba intacto de mi niñez?

Manuel Adrián López

Poeta y escritor Cubano Americano