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Por Tiberio Castellanos

Sí, tengo 88 años y no estoy cansado. Es cierto que ya no tengo las energías e impulsos de años antes. Pero no estoy cansado.
Ciertamente, camino mas despacio y con el paso menos seguro. Pero, eso sí, a Dios gracias, camino todos los días. Y puedo hacer también las demás tareas de mi diaria rutina. No me puedo quejar. Mi Ángel de la Guarda me llamaría malagradecido.
Pero eso sí, a veces o mejor dicho, con frecuencia, me parece que no soy de este tiempo de ahora. Es decir este mundo electrónico, digital y virtual. El tiempo de los teléfonos inteligentes y los mensajes de texto. No entiendo cómo una joven pueda estar texteando, desde Miami, a alguien en Los Angeles, mientras ignora quien se ha sentado a su lado en el autobús. El tiempo de ahora es el tiempo de la telecomunicacion. Y la poco o nula comunicación con el próximo o mejor dicho con el prójimo. Yo no puedo quejarme, bien que disfruto mi televisor “plasma” y mi computadora. Pero este tiempo, es también un poco para mí, el tiempo de la soledad.

Yo vengo de un mundo donde casi todo se hacía a mano. En mi casa cocinaban con carbón vegetal y a veces con leña (aquí me han traído un “microway” que guardo en una gaveta, sin estrenar). El arroz se descascaraba en un pilón. Y lo mismo se faenaba el café despues de poner en el patio los granos al sol y tostarlos luego (-No mojen a la materia que la materia tostó café-) Lo del pilón era su última face. A mano todo. Sí, a mano de pilón.
Asimismo, en el uso de otros inventos de entonces, el brazo del usuario debía demostrar su habilidad. Manigueta para llamar por teléfono, manigueta (cranque) para encender el carro, manigueta para la Victrola. Nadie se quejaba. Y a mi la manigueta me divertía muchísimo.Y lo mismo los juguetes de cuerda.
Hemos descubierto recientemente, que todo lo que comíamos entonces en Pimentel era “organic”. Lo hemos descubierto ahora, porque entonces no lo sabíamos. También estamos descubriendo ahora las diabluras en la alimentación de los animales cuyas carnes comemos ( ya conoces que “curiosos” alimentos daban a las vacas hasta que se pusieron locas). Y las rarezas de algunas frutas y frutos y semillas, manipulados por un tal Monsanto. Sí, esas naranjas que he tenido que comprar este año no me parecen muy legales.
Sí, vengo de ese tiempo cuando las horas parecian tener mas minutos. Y, no sé si por tradición o disimulo se decía de otras cosas que también importaban mucho, y no sólo el cash, como ahora se dice. Por ejemplo, la palabra empeñada.
Sin que me queje, porque no puedo quejarme, echo de menos personas y cosas de ese tiempo que han desaparecido y, lamentablemente, siguen desapareciendo. A veces, como en aquel viejo tango me pregunto: ¿Donde están los muchachos de entonces?.
Pero la vida sigue. Y yo, como suele decirse, ¡encantado!. Y agradeciendo a Dios este hermoso día de hoy… y los que vendrán.