cafe

GG

No soy celosa, hago esta aclaración pues cualquiera que me escuche decir “La tipa esa”  al referirme a la secretaria de mi esposo pudiera confundirse. No es cuestión de celos ni de que ella; 5.8, grandes ojos azules, impecablemente vestida con su talla 2 y su perfume Chanel sea una “sabrosa” como decimos en mi terruño, no. Es simplemente que hoy a eso de la una de la tarde sucedió algo inesperado que me hizo pensar en que toda mujer cercana al marido de una es un peligro en potencia.

Resulta que pasé por la oficina a buscar a Francisco para almorzar como habíamos quedado. Ya que no había terminado la junta telefónica que sostenía con el equipo de Colombia, tuve que desmontarme de mi auto para esperar a que concluyera aquella reunión en la que siempre se escuchan de fondo inodoros, ladridos de perros y niños que invita a sus padres a jugar en el jardín.

Mientras la junta transcurría en speaker y a toda discusión de los sistemas que se debían implementar en la compañía para llegar a tal o cual objetivo, hace su entrada triunfal Miss Miami, perdón Alejandra, la secretaria venezolana que a menos de dos meses en la oficina ya tiene fotos de ella por doquier, que si en un barco con ropa escasa, en una minifalda con discoteca o con varias amigas, con la gorra de los Medias Rojas de Boston (equipo del que es fanático Francisco)…

-Hola señora Fernández

– Hola, respondo agradeciendo la cortesía de su buena costumbre al saludar.

– Puedo brindarle un vasito de agua?

-No gracias, estoy bien. Solo espero unos minutos a que Francisco termine la junta.

– Perfecto, cualquier cosa solo tiene que avisarme.

Hasta aquí el encuentro con Miss Venezuela habría pasado desapercibido…bueno, sin contar con el tatuaje en el tobillo, los zapatos  de tacón con los que podía sacarle un ojo a cualquiera, las piernas esculturalmente tonificadas, la falta de grasa por todo el cuerpo y las uñas pulidas milimétricamente rojas.

Lo que hizo sonar la alarma de mi inquietante desconfianza en ese ser del que hasta yo, si fuera hombre habría elegido para pasar la noche, la vida  o lo que fuera, es ese momento en el que ambas escuchamos a Francisco colgar el teléfono y en el que ella antes de que cantara un gallo “tipa al fin” se levantó de su silla y corrió al encuentro de mi marido con la frase ganadora del odio de cualquier esposa no celosa:

– Licen, necesita algo?

Licen? acaso no sabe ella que el “ciado” también se lo escribieron en el diploma a mi esposo? no sabe las horas de estudio  que conllevaron las tres maestrías que ese hombre ostenta? No sabe ella que es ridículo llamar a una persona por su título cual miembro de la nobleza : “Rey tal, Principe no se qué”?

Pero lo que me dejó perpleja fue la miradita que Francisco le devolvió al “Licen” patético de la sabrosa secretaria.

– No gracias,  cuando llegue de comer me cuelas un cafecito.

– Yo encantada.

En este punto de la historia debo volver a repetir que no soy celosa, que el hecho de que en ese momento la sangre me llegara a los oídos y las ganas de ajorcar a la ojiazul venezolana no es cuestión de celos, es cuestión de falta de letras…LICEN???

Francisco sale a mi encuentro, pues con la prisa de su “Cuela café” no tuve tiempo ni de pararme del sillón para saludarle.

-Hola querida, nos vamos?

-Si

– Vuelvo enseguida. Si se presenta algo me llamas al celular, por favor.

Durante todo el trayecto al restaurante Franciasco estuvo enfrascado en otra reunión telefónica. Ya dispuestos a comer dio por concluída la junta laboral y pidió lo de costumbre el mismo pollo dormido de siempre, con las especificaciones de siempre y el vino de siempre. Yo por el contrario pedí vegetales y agua, pues hacía media hora había decidido hacer dieta.

-Y eso? vas a estar bien con una ensalada?

– Qué piensas, que necesito llenarme para ser feliz? necesito rebajar unas libritas.

– Pero si eres bella así.

-No, no, yo necesito rebajar las 5 libras que tengo de más.

Y luego de comer las tres hojas de lechuga y el vaso de agua más desabrido de la historia, nos aborda el Mozo:

-Desean algo más?

Y antes de que el “No” de Francisco se haga presente respondo:

-Sí, dos cortaditos por favor.

Y mirando a Francisco le digo:

– No te preocupes Licen, que si trae poca azúcar yo te lo endulzo.