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Por Jimmy Valdez
No hay sorpresas en la mañana, quizás llovió toda la noche y ese café con el que desayunas apenas aguanta en lo legítimo la transitoria sensatez de tu informe: Piensas, actúas, sonríes como quien trota sobre la misma correa sin llegar a parte, aunque te dices: la memoria es el indicio más cierto de que tu verdad existe… Tocas ese reflejo, sacas la música asustada de un réquiem; hurgas con los dedos el posible lugar de un contagio. Me he vuelto un hombre mediático y exhibicionista, incomodo en la lectura, consciente del laberinto en el que se calcina. Éste es un mundo para falsos profetas.

¿Cómo huir de uno mismo? ¿Cómo escapar de los sitios ya sitiados por el sin sentido de las deflagraciones?

Para poder pensar te mueves en tu aposento. Caminas sobre la alfombra con tus medias renegridas en sedimentos. Respiras asbesto, polen invernal, el sonido de las gomas al chapotear en el asfalto de la calle mojada. Vuelves y te sirves otro café, otra azúcar, otra mirada a los cuadros que alguna vez pintaste y hoy te preguntas qué diablos te habrá sucedido en ese entonces de golpes siniestros a la tela, al espacio, al color desandado como quien mata y repite el acto una y otra vez hasta llegar al grado del repudio al que dejaste secar en un sótano.

Y otra vez tu aliento, tu alba, tu padecer, tu liturgia. La cama, el espejo, los libros, tu guitarra, todo lo tuyo, lo que era…

…Ya no pides tanto… ¿acaso?…

Soy un monstruo, según las señoras que han pasado por mi vida. “Un egoísta que solo quiere escribir de sí mismo, que solo expone una mejilla, que siempre huye. Alguien que se relame en la soledad que es la oportuna aflicción. Un poeta inservible, un paradójico amante, el desquiciado kamikaze de creída y desajustada realidad de este mundo, en el que hay que pagar renta y rendirle pleitesías al señor feudal”. -¿Quién se habrá preguntado cuántos meses llevo durmiendo solo?-

Es hora de desandar la casa en la enésima vez del día. Alguien quiere salir a llorar contigo y lo reprimes:

-¡Los hombres no lloran!- (aunque los árboles exhiban la desnudes de una ventana, caigan goterones de lluvia y en el sótano hayas dejado tus pinceles en formol)