g

Por Denisse Español

A veces sientes con seguridad que la vida te lleva a los lugares que realmente debes ir. Si lo pones en perspectiva, aun en los lugares que has deseado morir, has ganado. Sabiduría, buenos amigos, o simplemente conociste alguna verdad oculta, buena o mala.

Hoy creíste estar en el lugar adecuado.

Te sorprendes de todo lo que el ser humano puede aprender con experiencias vividas por otros, del testimonio de mejoría, de superación, en boca de alguien que ha sufrido. El lugar era precisamente aquí, puesto a tu merced, el charlista un ser humano, normal y corriente a simple vista, con la particularidad de haber logrado salir vivo del mundo del alcohol y las drogas.

Al escucharle, sientes que como madre estabas en el lugar donde debía estar. El exacto momento, la silla adecuada. En tu mente parece, que como ente social llenabas una casilla vacía de tu “checklist”. Detectas los errores que cometieron los padres de ese hombre (aprendes), las reacciones de los jóvenes presentes, sus caras de sorpresa, la forma en que asumen el mundo (aprendes) y los sientes muy cercanos. En ese momento eran también tus hijos. Creíste, que por haberlo escuchado te estabas convirtiendo en una mejor persona.

Lloras. Te identificas con su dolor y el sufrimiento, también, por su forma de transmitir un mensaje positivo en base a un camino de negatividades. Le admiraste inmensamente, por su coraje. Por eso piensas que estás en el lugar, en el tiempo justo y preciso.

Suena tu teléfono, lo habías puesto en silencio para no interrumpir, no lo tomas.

Escribes y de vuelta recibes un mensaje, escandaloso, amargo, denigrante… Por suerte ya estabas llorando y conectas la amargura con el resto del universo. Te das cuenta que el mundo no está compuesto de ti y tus experiencias, aunque ellas sean un gran apoyo en tu rol. En cualquier maldito rol que te toque, según el día.

Y por suerte el charlista estaba desarrollando una anécdota que tenía que ver con mierda.

 

Denisse Español