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Por Rey Andújar

Al final de Tablero, la escandalosa colección de cuentos de Aída Cartagena Portalatín, hay un minicuento que enumera personajes simpáticos de la ficción… de Blanca Nieves y su Entourage para allá. Resulta que la niña, que ha releído el libro de vuelta y revés, da únicamente con mujeres fuera de sitio y con hombres agobiados por un deseo (una jeva, un carro, un trabajo, una deuda). Lo que cambia entonces no es Alicia, es el mundo y sus maravillas atroces… Wendy ha crecido y los Peter Panes se emborrachan en la acera, adorando una economía de pifias y remesas.

Lo anterior cuenta porque recién he leído El tragaluz del sótano de Kianny Antigua y Siempre odié los gatos de Elsa Batista. Relatos de voz ágil que recurren a la inteligencia de quien lee. Ambos mundos son claros y, aunque hay mucho traslado los movimientos son leves. El cuento inaugural de Batista recuenta el saldo de una deuda poética con el mito de Alfonsina Storni. Hay una propuesta de identidad y de género ahí, o sea, que no es casual que un libro en donde se odia una termine por suicidarse, y de qué manera. La poeta es consciente que escribir cuentos, sobre todo cortos, es un reto abominable pero se lanza y le sale, más que un cuento, un poema largo; muchas influencias de René Rodriguesoriano y el tentar los géneros. El primer cuento como tal es “Blanca pureza”, que propone una lectura de las tradiciones musulmanas y anuncia un estado de violencia hacia el cuerpo de la mujer, que en cierto sentido puede ser leído como el cuerpo de la nación. En el cuento que da título a la colección el cuerpo abusado, al abusar, tiende a multiplicar el propio abuso… a replicarlo de una forma más sádica. Es obvio que el gato es una metáfora del tiempo y el olvido: la diatriba de Batista con la memoria tiene que ver con la imposibilidad de organizar el recuerdo. El tiempo de estos cuentos debe ser de fierro… así podría sostener los monstruos de la nostalgia en la noche larga: La noche era larga y se la tomaban a sorbos cortos. Los cuentos finales establecen la paranoia, la desidia y el abandono. “El balanceo quedó atrás” es una gran historia que pudo haberse beneficiado de un cambio en el ritmo narrativo. La distribución del suspenso es buena pero el tono puede ser más agresivo. Tiene buenos momentos: Yo, la única hija, había nacido después de varios intentos hechos por mi madre para quedar embarazada; había sufrido varias pérdidas y entonces yo, el milagro, la esperada y deseada. Se me antoja leer esto como la posibilidad de un estado de gobierno eficiente en Dominicana, varias intentonas y nada, de repente puff la albricia pero el producto del milagro es fatulo, según los padres, ya que la niña ha nacido con defectos físicos. Y esto es una buena idea. Ya lo hizo antes Manuel Rueda con aquel tremendo cuento largo Los papeles de Sara, en donde la protagonista, una suerte de Electra unplugged, está en una silla de ruedas. A partir de ahí Rueda hace una doble lectura del mito de origen y la actualidad social. Una lectura muy elegante. Les recomiendo ese relato. El libro de Batista termina con el encierro y la muerte, o sea, que cumple con la propuesta. Recuerdo que como poeta, le recomendé a Elsa que se atreviera con el cuento y este es un buen comienzo.

El primer cuento de Kianny Antigua también propone el asunto de género de inmediato: una pareja de lesbianas viaja a Europa a redescubrirse y encantadas de habernos conocido. Ese viaje es también un recuento de la relación y de sus desplazamientos, sus gustos. Es más, el cuento es una radiografía del tipo de mujer que poblará las ficciones siguientes. Leyéndolo así es que me funciona. El segundo es uno corto, bueno, experimental… continúa la propuesta de género; esta vez pone al hombre en la pifia, lo expone, resalta su dejadez, su irresponsabilidad. En “Antípodas” la escritora también propone la mirada musulmana, interesándose por el sufrimiento de las madres del otro lado. Jean Luc-Godard en Notre Musique quiere encontrar un poeta troyano y no lo logra; debe conformarse con la historia contada por el lado de los vencedores. Lo que para un frente puede ser un desembarco triunfante para otros es hundimiento. El lado terrible de la guerra es tan amplio que ya se está sintiendo de este lado. La voz de las troyanas pulula fuerte. Estos cuentos son cortos e ingeniosos. El que da título al libro es una picaresca de estos tiempos y le queda muy bien: un chamaco que es un ladronzuelo por gusto y termina siendo el héroe. Mi cuento preferido es “Tras la sombra del cuerpo”. Una muchacha robusta, buenona, tiene una relación con un hombre que raya la madurez. El padre de la jeva se ve derrotado ante el deseo, lo que es una buena metáfora de la defectuosa máquina paternalista imperante en Dominicana. Es un cuento erótico que brega con las políticas de la moral y la muerte; un cuento bien escrito, con una trama creíble y una anécdota abominable.

 

Rey Andújar

En Chicago – Abril 2014